Mensaje del kuraka

Primero de mayo de 1999
[Ciberayllu]
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Mes duro, este abril que acaba de pasar, y la cosa sigue: Yugoslavia es destruida día a día, mientras Kosovo desaparece como comunidad de gentes para convertirse en un lugar yermo de humanidad. Independientemente de quién mienta más, no cabe duda de que el bombardeo imperdonable de Yugoslavia no va a aliviar el sufrimiento incomprensible de las centenas de miles de desplazados de Kosovo que —muy probablemente— no podrán reconstruir sus vidas ni las de sus hijos.

(Normalmente me abstengo de emitir opiniones políticas en este espacio, pero esta vez les pido a los lectores una licencia especial para mandarme la parte. Subrayo, eso sí, que ésta es una opinión personal.)

Lo que pasa en Yugoslavia no puede ser visto simplonamente como hacen quienes gustan mostrarse como dueños de la verdad. Lo de Yugoslavia entristece profundamente, como lo hizo lo de Ruanda, o como lo hizo la guerra en el Perú en la década pasada: inocentes mueren en masacres que ellos no iniciaron. Los bárbaros e ilegales bombardeos de la OTAN son correspondidos por las bárbaras acciones del ejército yugoslavo en contra de centenas de miles de personas que se ven forzadas a abandonar sus pueblos, sus paisajes, su país. Resultado: por un lado, las acciones de la imperial OTAN que imponen destrucción y siembran temor y odio en el pueblo serbio, resultando en el fortalecimiento del gobierno de Milosevic; y por el otro lado, una miseria realmente inconmensurable impuesta por un gobierno delincuencial sobre una población indefensa. La OTAN no está defendiendo al pueblo kosovar, sino ha preferido atacar a Yugoslavia, porque es más «limpio», porque puede hacerlo con tecnología y no con hombres.

En el limitado u ocioso sistema mental de quienes han reducido tanto la dialéctica como el racionalismo a pobrísimos sistemas binarios (pro-contra; avance-retroceso; soberanía-imperialismo; arriba-abajo; amigos-enemigos), no caben confusiones, y se es esto o lo otro, pero nada más. Pero el mundo es complejo, y cualquier intento por reducirlo a expresiones simples es peligroso, sin que —lamentablemente— eso signifique que esté necesariamente condenado al fracaso.

Creo que no debemos escuchar a quien defienda la soberanía de Yugoslavia ante los ataques de la OTAN sin mencionar en la misma frase —en el mismo hálito— la bárbara limpieza étnica de Kosovo. Ambos actos son repugnantes, cada uno a su manera. Si hubiera que poner el esfuerzo ahora, habría que hacerlo tratando de ayudar y defender a quienes más ayuda necesitan, sin importar el bando: eso es ya una decisión basada en evaluaciones personales y necesariamente subjetivas. Pero pretender resolver el problema buscando culpables a quienes señalar con el dedo, es ahora probablemente un ejercicio ocioso, fácil, comodón, hipócrita, autocomplaciente, vanidoso y peligroso.

Dejémoslo ahí y, si podemos hacer algo para que sufrimiento y destrucción terminen, hagámoslo.

Y volviendo a lo nuestro, en lo que respecta a las entregas de Ciberayllu en el pasado mes de abril, nos tocó esta vez concentrarnos en temas literarios. Iniciamos el mes con un trabajo de Peter Elmore, escritor y crítico peruano notable, sobre la notable novela La violencia del tiempo, de Miguel Gutiérrez, que relata históricamente la dura saga de una familia mestiza del norte peruano.

Víctor Hurtado, extrañado por algunos meses, regresa con su brillante prosa (que a raíz de la publicación de su libro está recibiendo un más que merecido reconocimiento), escribiendo esta vez sobre ese alquimista de la palabra que fue Cervantes.

Es imposible exagerar la satisfacción que ha producido entre nosotros la reciente aparición de Babilonia la grande (Alfaguara, 1999), primera novela de Óscar Ugarteche, quien colabora regularmente en estas páginas escribiendo sobre economía, derechos humanos, política y crítica. Óscar tuvo a bien enviarnos uno de los últimos manuscritos, de donde hemos escogido tres fragmentos que —creemos— permitirán al lector saborear el tema y el estilo de este primer trabajo narrativo de quien se está constituyendo en una de las presencias intelectuales más importantes del Perú en los últimos años.

Antonio Bou, pintor de muchas rimas, escritor de pinceles varios, tuvo a bien enviarnos tres calmos poemas inéditos que escribió tratando de mirar a los Balcanes desde su ventana borinqueña.

Otra reaparición en nuestras páginas —esta vez después de casi dos años— es la de Jorge Pereyra, poeta y narrador que esta vez comparte con nosotros la «Historia de un nombre», cuento ambientado en los políticamente turbulentos años cincuenta en el Perú.

Continuando con el propósito de incluir cada vez más colaboraciones relacionadas al quehacer cultural en otros países de Nuestra América, cerramos el mes con una entrevista que Edward Waters Hood —reconocido estudioso de la literatura latinoamericana— hizo al notable poeta hondureño Roberto Sosa, en la que éste habla de poesía, vida y Honduras. Los buenos oficios de Edward nos han permitido igualmente publicar una breve muestra de la arte poética del escritor centroamericano.

Hora de cerrar. Y estén atentos que en los próximos días Ciberayllu va a lanzar Arguediana, una sección dedicada exclusivamente a José María Arguedas, el querido y notable escritor y etnógrafo peruano.

Domingo Martínez Castilla
Kuraka editor de Ciberayllu

ciberayllu@www.andes.missouri.edu


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