[Ciberayllu]
19 diciembre 2004

Tres poemas

Montserrat Álvarez

 

 

Tan respetable

Y por qué, pacíficamente,
fumo mi cigarrillo barato
sentada sobre el mundo gordo y tedioso
en lugar de matar a mi prójimo
Y por qué no asalto un banco
y quemo toda la plata
en vez de roer las uñas
de la cobardía
Y por qué no lluevo sangre sobre el cosmos
para instaurar el caos nuevamente
y devolver a las cosas la pátina de lo nuevo
Por qué
Y dígamelo usted,
vuesa merced,
vuesa señoría
Usted que sabe tanto
Usted que tiene cátedras en las facultades de filosofía
y ha sido héroe en treinta revoluciones
Usted que educa a la juventud
Usted que sabe beber con moderación
Usted que ha matado a treinta millones en cada desayuno y sazona sus
                                                                                                      quesos con la sangre
de sus chacales y de sus buitres usted que usa ropa de buen gusto usted
que marca a la hora debida su tarjeta usted
que tiene cuenta corriente usted
que me mira por encima del ombligo y me escupe sin darme nada a cambio
usted que comulga con todas las iglesias y posee bellas casas con jardín usted
                                                                                                                                 que tiene hijos
que van al pediatra usted
que es tan respetable
Y qué me va a decir usted ahora que se acumula
la basura tóxica en nuestros riñones ahora que
nada posee una definición salvo la Nada ahora que
estamos a dos centésimas de pulgada del abismo ahora
que todo ya lo hemos profanado ahora que hemos pisado hasta la luna ahora
                                                                                                                                                     que
ya no creemos ni en el papel higiénico sí qué me va
a decir usted ahora, usted
que es tan respetable
Justo ahora que empezamos a querer vivir
Ahora que comienzan a llover las horas como agua y amanece la noche
Ahora que usted no sirve para nada ahora que nada sirve para nada porque
                                                                                                                                           ahora
las costuras de las cosas se desgarran porque ahora todo estalla
o está a punto de estallar dígame sí dígame qué me puede decir usted ahora,
usted que es tan respetable


 

En la cocina

Yo también te canto, oh Madre,
oh Padre, oh Familia,
la más noble de las instituciones,
la gloria de la Patria, la forja del Estado,
la cuna de todo lo que llamamos Civilización

En amplios predios bañados por el sol,
resguardados por muros contra los que
se estrellaban las olas majestuosas,
Tú paseabas orgulloso, oh Padre,
pechuga erguida, luengas barbas, cetro de mando

Entre suntuosos brocados sentada, oh Madre, al espejo
contemplabas tu belleza
decretada por real designio la única posible

Y a vuestros pies jugaba el hijo predilecto,
lozano y gordo como una oruga,
hijo o hija, no se sabe bien, bebé, de cualquier forma,
bebé eterno y obeso, sin edad, para vuestro deleite

Yo soy la hermana más pálida, la hija oscura, la que
enviáis a comer a la cocina cuando llegan las visitas,
Aquella para la cual se guardan los mendrugos y los restos
de la felicidad, aquella a la que generosamente
regaláis las migajas de vuestros banquetes, lujos, oropeles
El sacrosanto chorizo está vedado, pero «come este pan,
todavía no tiene tanto moho»

Sí, yo también os canto en agradecimiento

Yo soy la hija sombría, aquella que no sirve para alegrar las fiestas

Me enviáis a comer a la cocina cuando llegan
invitados elegantes, porque derramo las salsas y el café
y como con la boca abierta, haciendo mucho ruido,
lo cual es repugnante

Sin embargo, ¿sabéis?, en la cocina
no se está tan mal
Es lugar tenebroso, en donde habita
la melancolía, pero yo río a carcajadas de las sombras,
y como a grandes bocados, y crezco fuerte,
fuerte e irresistible igual que un huracán lleno de estrépito

Cuando las gentes tontas y admiradas
contemplan vuestra casa en su magnificencia, no pueden evitar
que sus ojos, como por un imán,
resbalen atraídos por la oscura cocina,
pues sienten que la habita una fuerza sin límites

Y el día llegará en que las generaciones venideras,
aburridas del oropel vacío, anémico de vuestros salones
llenos de buen gusto y obras de arte
aplaudidas por los intelectuales,
traspondrán el umbral pequeño y sucio de la cocina
Y verán que he crecido en toda mi belleza y poderío
Y temblarán ante mi esplendor


 

Decadencia

Más alto que el vuestro es mi corazón
desde que amo; orgulloso y feroz, sabe rendirse,
aunque niegue, con sardónica risa,
todos los infortunios de la vida.

¿En cuánto valoraréis mi amor, lectores de poemas?
¿En cuánto tasaréis cada verso, escrito con violencia y sin escudos?
¿Os gustará, tal vez, más mi época frondosa,
cuando lejos de los dioses y cerca de los demonios se movía mi palabra,
más soberbia, más implacable, más gélida?
¿Hablaréis, tal vez, de decadencia?

La muchedumbre, de la que sois parte,
tan sólo adora al déspota; el desprecio
es fuente de su amor, y los criados
únicamente honran al que insulta.

* * *


© 2004, Montserrat Álvarez
Escriba al autor: madameratt@yahoo.com.ar
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Para citar este documento:
Álvarez, Montserrat: «Tres poemas», en Ciberayllu [en línea]

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