[Ciberayllu]

Tres poemas

Alejandro Susti

 
 

PLAZA MAYOR (Tlatelolco, 1519)

          ...ese maldito templo
          Bernal Díaz

Desde la distancia
contemplo por los cuatro costados
y por todo lo alto de la tierra
los canales
las canoas llevando sus bastimentos
los puentes levadizos
tendidos sobre el brillo de las aguas
los mercaderes y sus petacas
abiertas bajo el sol de la mañana
la ráfaga del viento oscilando
en las gradas del adoratorio

Y aquí adentro
en la cámara de los sacrificios
la costra negra de la sangre
y su seca calma colgada de las paredes
derramándose en los brazos de los ídolos
palpitándome en la garganta entumecida
y a todos
aquí dentro
naciéndonos un terror desconocido
cosiéndonos las venas
cortándonos la cuerda del aliento

Muchos de nosotros
habránse erguido orgullosos en las plazas de Roma
henchidos del aire que mece una vela en Venecia
o una campana en Sevilla
pero hoy
desde la altura de este maldito templo
sentimos la piel quebrándose
en el miedo de las batallas ganadas
las heridas retrocediendo en sus cicatrices
las armas destilando olores a guerreros caídos
en campos que creímos ya nuestros
los huesos parte de un cuerpo
no nuestro
no poseído
y como un pálpito que nos entrega en el vacío
vemos de pronto
que el cielo tiene otro dueño
las cruces otro martirio
y que en todo este tiempo
sólo hemos visto
el destello
el relámpago de la risa del demonio
temblándonos por dentro
convocándonos al sacrificio
el nuestro
en esta mañana


 

REGRESO DE LA GUERRA (Gettysburg, 1863)

 

LLa guerra llegó descalza a Gettysburg
con sus cañones descargados y municiones de miedo
llegó a ocuparse de sus tiendas de campaña
sus cuchillos médicos de gangrena
a fabricar muertos entre los árboles de las colinas
a disolver su sangre en el agua de las acequias
y en la cocina de los civiles
a aglutinarse en masa en marchas forzadas
a través del sudor de la tierra
y dispersarse en las balas perdidas
en el óxido de los gatillos y el delirio yaciente
a quedarse callada al final de la última carga
y la última metralla

La guerra llegó hasta aquí
la trajeron desde el sur
arrastrada por una carreta
amarrada a los talones de los vencidos
—ya muerta según algunos
ya seca según las cartas de los soldados—
y de nada sirvieron sus cañones
de nada sus valientes
sus cartuchos de llagas y brazos ausentes
de nada que en esta parte de la tierra
se instalara el cementerio y su retórica de cruces

Cien años después
sigue viviendo en este campo de turistas
en esta tierra de osamentas
en este grano de arena mutilada
y se arroja temeraria
—sin dudarlo, una vez más—
hacia la línea de descargas
y el viento la arroja
hacia la distancia del tiempo
intacta
invulnerable


 

LIBRO DE LOS CIELOS

 

Siglo a siglo esperando
alumbrarse en el libro de los cielos
la promesa repetida en el canto de las sirenas
la delicia intacta de una doncella
entre flores y abanicos hurtando miradas
las banderas de la victoria
los estandartes del crepúsculo
sobre la sangre de los prados
y los restos de la batalla:
tullidos rostros del desconsuelo
y del desamparo

Siglo a siglo viendo pasar
ciervos turbados en un beso de rosas
bosques derribando el pesado sueño de sus búhos
esmeraldas de brillo antiguo mecerse
entre las estrellas del invierno
juglares de poca monta cargados de alforjas
y memorias olorosas a curtiembres de caballos
a combates atascados en la punta de una lanza
a duelos de palabra que ahora poco valen
en la balanza del usurero
o en la mano del verdugo

En los mercados de telas raídas y baratijas
los libros usados se agolpan en su recuerdo de aventuras
las armaduras en su golpe silenciado
los jubones en la tristeza de sus botones ahora inútiles
y no hay máscara
partitura
o pluma de escritura
que vaciada de su sonido
se conforte en el óxido seco del olvido
o bajo el vientre de la tortuga que el tiempo desgarra

Y yo sentado
rumiando mi hueso de fortunas esfumadas
al peso de doblones que no escucho
de martillos que tañen el vacío de mis bolsillos
las uñas carcomidas por el plomo del segundo
los ojos envueltos en la nube del polvo que me cubre y me sostiene
inclinándome a buscar y nunca encontrar
la lente
el compás
el sueño que me guíe y me disponga
al brillo de unos ojos
al arco de una estrella
que me devuelva
la promesa
el voto
la vigilia vivida y abierta
en esta página del libro de los cielos
en esta víspera del tiempo
dormido y en silencio
repetido

©Alejandro Susti, 1998
Ciberayllu
980523