Hacia una crítica de la crítica sobre Rodolfo Hinostroza

Ciberayllu

Paolo de Lima

 

En una carta escrita en 1969, y dirigida al poeta colombiano Juan Gustavo Cobo Borda[1], Julio Ortega afirma que las declaraciones de los poetas peruanos de la �generaci�n� del 60 incluidos en la antolog�a Los nuevos (entre los que se encuentra �l mismo) le parecen �pat�ticas, confesionales y peor todav�a: implican una importancia del escritor no s�lo en su medio, sino en el juego pol�tico y en el cambio, signo tambi�n generacional�. Nos parece importante iniciar este ensayo con tan severa afirmaci�n del conocido cr�tico y escritor peruano, ya que �l e Hinostroza han sido compa�eros de ruta en sus inicios literarios. Y adem�s porque es precisamente de �Reflexiones sobre el asunto po�tico� (t�tulo del texto escrito por Rodolfo Hinostroza como introducci�n a sus poemas incluidos en dicha antolog�a) de donde queremos establecer una r�plica a la teor�a literaria de Ortega para iniciar este repaso cr�tico[2]. Pero, antes de entrar al asunto en s�, debemos dejar en claro que de lo que aqu� se trata es de hacer un repaso inteligente y dirigido de la porci�n cr�tica m�s reveladora de la poes�a de Hinostroza. Tal fin se justifica en tanto que dicha cr�tica se encuentra dispersa y, adem�s, no ha sido debidamente difundida para el lector que aprecia el valor y las excelencias de aqu�lla. Hecha esta salvedad, vayamos directamente a nuestro tema.

Los nuevos es una c�lebre antolog�a de los entonces nov�simos poetas peruanos, publicada en 1967 por Leonidas Cevallos. En ella figuran, adem�s de Hinostroza, Antonio Cisneros, Carlos Henderson, Mirko Lauer, Marco Martos y, como ya anotamos, el propio Ortega. En el citado texto introductorio, Hinostroza comienza rompiendo fuego contra los poetas de la generaci�n inmediatamente anterior, a quienes acusa de practicar una poes�a social con la cual no quer�an �emular —si as� puede decirse— a Dante Alighieri sino a Miguel Hern�ndez� (Cevallos 1967, 68). Tambi�n les reprocha empantanarse en �una absurda pol�mica poetas puros - poetas sociales� (1967, 66) y pretender �detener la historia en 1936� (1967, 68). Para este autor, aquellas �cosas, voces [...] ya nada nos dicen, [...] pertenecen a otras conciencias, otros recuerdos. Lo nuestro es diferente� (1967, 67). Reparemos que aqu� habla desde un �nosotros�. �A qui�nes se refiere? Pues precisamente a los autores incluidos en Los nuevos. �Yo s�lo me siento capaz de hablar de grupos�, sostiene (1967, 69). Pocas l�neas antes hab�a declarado que ni siquiera el t�rmino generaci�n lo atra�a: �En principio, hablar de 'Generaci�n' huele a Ortega y Gasset, a 98 y 27 en Espa�a� (ib�dem).

Entonces, �qu� llamaba la atenci�n del nov�simo autor? Simplemente otros lugares, otros �mbitos. En este mismo texto se jacta de estudiar �exhaustivamente� a James Joyce y de caminar con el Ulises �bajo el brazo� (1967, 67). Tambi�n habla de Saint John Perse. Mientras tanto, muchas de las personas que por ese entonces lo observaban leyendo a estos escritores, comentaban categ�ricamente que se trataba de autores �reaccionarios� y �conformistas� que �alaba[n] el orden establecido� (ib�dem). Y es que todav�a eran los d�as de los poetas sociales, quienes �crec�an en hombros del partido, en hombros de la Revoluci�n Cubana� (1967, 68). Hombros que, pasado el tiempo, de nada sirvieron, pues, como sostiene Hinostroza, �de nada vale ser poeta oficial cuando las historias literarias s�lo se contentan con la Obra� (ib�dem).

Otros autores citados por Hinostroza son T. S. Eliot y Ezra Pound. Tambi�n menciona a Jorge Luis Borges y a Jos� Lezama Lima. Y a C�sar Vallejo, a quien considera �no un escritor, ni un hombre, ni nada aproximado: es un mito� (1967, 67). Otros poetas peruanos a los que rescata son Emilio Adolfo Westphalen, Mart�n Ad�n, Jorge Eduardo Eielson y C�sar Moro: �Esa es nuestra tradici�n literaria. Estas, nuestras escuelas�, afirma (ib�dem). Y aqu� es importante se�alar que todos ellos son considerados actualmente —y de manera un�nime— como maestros po�ticos en Latinoam�rica, e incluso fuera de ella.

Estas lecturas sirven al escritor para emprender una po�tica de rumbo muy distinto al seguido hasta entonces en el Per�[3]. Mirko Lauer (1976, 149) dice algo al respecto: �El Per� de los 50 polemiza en t�rminos maniqueos, buscando asimilar la producci�n art�stica (pl�stica y literaria) a las categor�as de lo 'puro' y lo 'social'�. Este mismo autor a�ade adem�s que �esta pol�mica en el terreno de la poes�a, que fue quiz�s donde se manifest� con mayor nitidez o intolerancia�, concluy� en Los nuevos.

Pocos meses despu�s de publicada esta antolog�a, el propio Julio Ortega (1968, 191-200) escribi� un breve ensayo titulado �La poes�a peruana actual� en el cual plantea su visi�n de la misma partiendo de los fundacionales Vallejo y Eguren. Estableciendo las pautas de la poes�a �pura� y �social� tal y como era entendida en los cincuenta, analiza su resoluci�n en los sesenta, promoci�n que �hab�a nacido a la vida literaria en medio de una confusi�n entre pol�tica y poes�a� (1968, 193). Dicha confusi�n se resolver�a reci�n comenzada esa d�cada con Javier Heraud, de quien hablaremos detenidamente m�s adelante. Aqu� lo que interesa resaltar es que en �La poes�a peruana actual� las coincidencias con las ideas planteadas por Hinostroza en Los nuevos son m�ltiples. No es casual, entonces, que �ste hablara desde un �nosotros� a la hora de zanjar sus diferencias con los poetas del cincuenta. En todo caso (y para cerrar la r�plica), se puede argumentar que en su carta dirigida a Cobo Borda, Ortega establec�a un rechazo al tono, mas no al fondo, de lo expresado por Hinostroza (y quiz�s tambi�n por el resto de �los nuevos�). Tambi�n hay que tener en cuenta que en sus �Reflexiones...� Hinostroza �no pretende el rigor cr�tico� (Lauer dixit —AAVV 1981, 65), al contrario del mencionado ensayo de Ortega y de la totalidad de estudios de literatura publicados por �ste a lo largo de su fruct�fera trayectoria.

Por lo dem�s, es interesante que Hinostroza opte, en medio de esa acalorada pol�mica, �por una tercera posici�n en la negatividad� (Cevallos 1967, 66). Es decir, no lo convence ninguna de las dos propuestas. M�s bien emprende una poes�a que, como sostiene el cr�tico venezolano Guillermo Sucre, �con verdadero dominio, y aun maestr�a, pasa de lo l�rico a lo coloquial, a lo narrativo, o a lo meramente enunciativo� (Sucre 1985, 292). Y que, como indica Julio Ortega en su Antolog�a de la poes�a hispanoamericana actual, �sustenta con suficiente fuerza expresiva la calidad de una exploraci�n po�tica hecha de un despliegue ret�rico de aliento l�rico y elegiaco� (Ortega 1987, 408).

Rodolfo Hinostroza naci� en Lima en octubre de 1941[4]. Consejero del lobo es el t�tulo de su primer libro de poemas. Se public� en 1965 en La Habana y, meses despu�s, en noviembre, con menor n�mero de poemas, en Lima, y adem�s exceptuando el emblem�tico poema �La noche� al cual nos referiremos brevemente m�s adelante. En 1971 publica en Barcelona Contra natura, poemario con el que hab�a obtenido el a�o anterior el reputado Premio de Poes�a Maldoror, que contaba como jurado a Octavio Paz. Se trata de una distinci�n internacional pocas veces conferida a un libro de poemas con firma de autor peruano.

Consejero del lobo fue escrito en Lima y, b�sicamente, en La Habana entre los a�os 1962 y 1963. En diversas entrevistas e intervenciones p�blicas, el autor ha manifestado el clima en el cual escribi� dicho poemario: durante el cerco contra Cuba. En una entrevista, por ejemplo, afirma lo siguiente:

En los a�os sesenta viv� en Cuba ese estado de terror de un pa�s que est� en peligro de invasi�n. Recuerdo que mi cumplea�os del 62 lo pas� en una trinchera, brindando una taza de chocolate con los compa�eros (Mart�nez 1989, 2).

Aqu� entra perfectamente lo expresado por Marco Martos (AAVV 1981, 77), cuando se�ala que �Hinostroza fue a Cuba, y despu�s de su experiencia cubana, que no se resuelve en experiencia guerrillera, nos entrega Consejero del lobo, y ese libro [...] es [...] un buen testimonio de la decepci�n�. Esta decepci�n no s�lo se produce en Hinostroza, sino en casi todos sus contempor�neos, ya que, entre otras cosas, �el hecho de que Heraud muriese en 1963 motiv� un cambio concreto en la poes�a de los poetas casi contempor�neos a �l� (ib�dem)[5]. Por ejemplo, �los llamados poetas del sesenta eligen un tono elegiaco� (ib�dem) a la hora de elaborar temas de marcado corte pol�tico como cuando poetizan (descriptiva o idealizadamente) las guerrillas.

Cabe decir que en los poemas menos expl�citamente pol�ticos de Consejero del lobo se encuentra alguna forma de desencanto. Valga como ejemplo el mencionado poema �La noche�, donde Hinostroza habla de la bohemia exaltada que puede ser vista en el fondo como un rechazo a la moral autoritaria y regimentada por el triunfante r�gimen castrista de Cuba en la d�cada de 1960. Por eso mismo hay que tener presente, como dice Sucre, que esta situaci�n, por lo dem�s tensa, conduce a Hinostroza a �practicar la poes�a como una complicidad culpable, aunque cr�tica�, como �un desaf�o a la historia� (1985, 289)[6]. Sucre tambi�n afirma, al comentar Consejero del lobo, que el sujeto po�tico de este poemario evidencia �una conciencia desdichada que se lamenta frente a la historia o que de alg�n modo se siente culpable ante ella� (ib�dem). Esta �conciencia desdichada� la contrapone con la �conciencia [...] desaforada y jubilosa� (ib�dem) presente en Contra natura. Por su parte Jos� Antonio Mazzotti ve, a prop�sito de este poemario, que �[l]a desconfianza en los perfiles heroicos de algunos acontecimientos hist�ricos de la �poca constituye s�lo la cara m�s evidente de una propuesta po�tica cuya vigencia se explica mejor por sus juegos de lenguaje oral y visual� (Mazzotti y Zapata 1995, 18)[7].

Con el tiempo y las aguas (para utilizar una famosa frase de Antonio Cisneros) la poes�a de Hinostroza ir�a enfocando su atenci�n hacia otros t�picos. As�, la Historia lo ubica en los acontecimientos estudiantiles de Par�s en mayo del 68, suceso que lo lleva a alentar, como anota Mazzotti, una �pr�dica pacifista y libertaria� (Mazzotti y Zapata 1995, 16). O, para decirlo en palabras de R�ger Santiv��ez, a convertirlo en �un poeta en contra de la guerra� (Santiv��ez �1991?) que, como se�ala nuevamente Guillermo Sucre (1985, 290), critica radicalmente a la Historia para optar por la Utop�a. Con �seriedad y humor, pasi�n e iron�a: todo, menos la solemnidad de las actitudes 'comprometidas'�, Hinostroza responde a los hechos: �Cantar� a la risa / y al rid�culo: �sas son cosas ciertamente inmortales, / no tu poder, no tu barbarie, oh C�sar�, dice en �Imitaci�n de Propercio�, uno de los poemas más antologados de este autor, incluido en Contra natura.

Para Sucre (1985, 292) �la cr�tica a la historia no lo es sino en la medida en que se escoge lo m�s radical (la no historia, la Utop�a)�[8]. Partiendo de esta constataci�n, sostiene que la poes�a de Hinostroza �no se funda en la cr�tica del lenguaje sino en la medida en que lo trasciende: lo vuelve materia alqu�mica, siempre modific�ndose y transfigur�ndose�. Esta afirmaci�n se puede comprobar en el hecho de que Hinostroza �no habla con una sola lengua: en su espa�ol, como en el ingl�s de Pound, alternan palabras, frases y hasta giros sint�cticos de otras lenguas; tambi�n rompe con la unidad de estilo[...]; aun su escritura no es s�lo fon�tica, sino tambi�n 'simb�lica'�.

Mazzotti toma en cuenta las consideraciones de Guillermo Sucre sobre Contra natura como punto de partida para analizar dicho libro. Apoyado en diversas disciplinas metodol�gicas (como la Introducci�n a la poes�a oral, de Paul Zumthor, o las ideas en torno a la �pica, de Robert Bynum) desentra�a �la complejidad y hermetismo de [esta] poes�a [cuyas] afinidades culturales [...] escapan del �mbito de referencia de buena parte de los lectores hispanos e inclusive occidentales� (Mazzotti y Zapata 1995, 15-16). Lo atractivo de esto es que, en pleno apogeo de la poes�a conversacional y coloquial durante los sesenta, �Hinostroza utiliza recursos expresivos que resultan totalmente contradictorios de un af�n de comunicaci�n� (1995, 16-17).

Tales recursos expresivos son r�pidamente analizados por Sucre (1985, 292). Como dice acertadamente el cr�tico:

[Hinostroza utiliza] ecuaciones algebraicas, de s�mbolos biol�gicos, de f�rmulas del ajedrez, aun de guarismos, con otras significaciones (er�ticas, por ejemplo). Adem�s, por su boca hablan diversos poetas: no s�lo Propercio, tambi�n Dante y Shakespeare, Quevedo y Manrique, Mallarm� y Pound. Pero el discurso de estos poetas es continuamente alterado: por el humor [...] o por la doble traducci�n [...] Todo ello [...] sin caer en la extravagancia, en la erudici�n pomposa[9].

En el mismo sentido, Mazzotti precisa lo siguiente:

[Contra natura est�] inscrito en una tradici�n altamente erudita [que va en] b�squeda de efectos expresivos de car�cter centr�peto, en la medida en que no atiende a una comunicaci�n directa o p�blica, sino que mediatiza su mensaje dentro de coordenadas culturales que escapan al restringido �mbito hisp�nico, creando, de este modo, un sujeto de escritura m�ltiple que apela a uno semejante durante la lectura (Mazzotti y Zapata 1995, 18).

La estrategia utilizada por este sujeto de escritura m�ltiple es �la de apelar a registros b�sicamente sonoros y estrictamente visuales, que crear�n un efecto de escenograf�a dentro de la que aparecer�n otros registros propiamente ling��sticos como el ingl�s, el franc�s y el lat�n� (ib�dem). Los registros visuales �propician una atm�sfera del culto al �cono como la que caracteriza buena parte del paisaje de las grandes urbes contempor�neas� (1995, 20). Todo esto significa para Mazzotti �posibilidades de lectura que permiten entender la expansi�n de las fronteras en la poes�a latinoamericana contempor�nea� (1995, 18).

En los �ltimos a�os han aparecido sendos comentarios que apuntan a destacar la obra de Rodolfo Hinostroza dentro de la poes�a culta escrita en castellano, en Latinoam�rica. En el texto introductorio a su mencionada antolog�a Pr�stina y �ltima piedra (�Sobre esta edici�n�), el poeta y cr�tico uruguayo Eduardo Mil�n considera a Hinostroza como un �poeta hist�ricamente fundamental� (Mil�n y Lumbreras 1999, xxiii). P�ginas previas, en el ensayo �Visi�n de la poes�a latinoamericana actual�, ya se�alaba que �la bifurcaci�n de la poes�a latinoamericana se plantea en forma n�tida a partir de 1970 con el libro Contra natura� (1999, xii). Estas valoraciones son complementadas cuando sostiene, esta vez junto a Ernesto Lumbreras, que la escritura de Hinostroza �es un punto focal en el panorama reciente de la poes�a en espa�ol� (1999, 91). Asimismo, en la antolog�a de poetas neobarrocos Medusario, Roberto Echavarren, Jos� Kozer y Jacobo Sefam� ven a Contra natura como �uno de los libros clave en el panorama de la poes�a hispanoamericana contempor�nea� (1996, 57). Mientras que, en su Nueva poes�a latinoamericana, Miguel �ngel Zapata advierte que �[l]a obra de Hinostroza no es s�lo poes�a del lenguaje, sino tambi�n imagen de la vida y la zozobra de la p�rdida de la palabra y el poder en el tiempo� (1999, 25, �nfasis del autor)[10].

Como puede apreciarse, son muchos los aportes y numerosos los detalles innovadores que se podr�an mencionar en la poes�a de Hinostroza. Pero es sobre todo por su desencanto y experimental manejo del lenguaje que sea quien m�s ofrezca como poeta de conocimiento y exploraci�n est�tica a las promociones m�s recientes, como las del 80 y 90 en el Per�, que tambi�n han vivido bajo la experiencia de una guerra —en estas �ltimas dos d�cadas— aunque m�s desgarrada y sobrecogedora que la guerrilla rom�ntica de �pocas del Che.

En este punto es interesante resaltar lo escrito por el novelista Miguel Guti�rrez (1988, 31), quien critica a los intelectuales que, como Hinostroza, ya avizoran los nuevos aires postmodernos que se avecinaban. Atacando su �nihilismo� y �negaci�n de la Historia y oposici�n a todo tipo de Poder�[11] (esto �dicho a veces con incuestionable esplendor verbal�, como dice ir�nicamente Guti�rrez), transcribe un fragmento del  poema �Cr�nica� de Hinostroza para sustentar su tesis. Algunos de esos versos dicen: �[...]las estatuas exhalan vapores amarillos / sobre la nuca de los h�roes, y la Historia es una f�bula / contada por un loco[...]�. Para Guti�rrez todo esto no es sino �coartadas con que se encubren malas conciencias y justifican su existencia parasitaria dentro del sistema burgu�s, sea en el centro del imperio o en las periferias, en las metr�polis o en las pauperizadas urbes de las semicolonias�.

Esta cr�tica se ubica dentro de una concepci�n ideol�gica claramente definida —aquella que propugna la dictadura del proletariado— la cual no puede pasar por alto el hecho de que Hinostroza plantee su propia opci�n ideol�gica, la cual se revela abiertamente en la citada entrevista cuando el autor dice sobre la pol�tica:

Me interesa mucho. No niego mi ser pol�tico, soy un ser pol�tico. Creo que adem�s hablo de mi clase, que es la clase media, la que creo la m�s apta para llegar al poder e instalar sus propias leyes. [...] Desde el momento en que Marx habl� de la clase media como capa flotante en la sociedad, ha habido una interposici�n. Esta capa social se ha instalado como clase independiente. Aunque parezca mentira, vemos que a partir de mayo del 68 y todos los a�os posteriores, la clase media es la que plantea alternativas de poder no s�lo en el Per� sino en el mundo [...] Creo que al mundo contempor�neo le conviene que domine la clase media[12] (Mart�nez 1989, 2).

En resumidas cuentas, y para efectos del presente texto, lo que interesa dejar en claro es que los m�ltiples niveles de significaci�n de la obra po�tica de Rodolfo Hinostroza la diferencian n�tidamente del didactismo politizante de buena parte de la poes�a de otros autores, as� como del registro eminentemente coloquialista que ha sufrido, junto con el general distanciamiento respecto de los paradigmas de la modernidad, su propio deterioro.

El Paso, Texas, octubre-noviembre, 1999


Notas

  1. E incluida parcialmente por �ste en una nota a pie de p�gina del �Pr�logo� a su Antolog�a de la poes�a hispanoamericana (Cobo Borda 1985, 50).
  2. Walter D. Mignolo (1989, 49) establece una diferencia importante entre lo que �l denomina �teor�as literarias� y �teor�as de la literatura�. Para este cr�tico las primeras ser�an �aquellas en las que se manifiestan los conceptos de literatura que gu�an la producci�n y la recepci�n (es decir, las opiniones sobre la literatura vertidas en cartas, ensayos, entrevistas o en la obra misma por los propios escritores, los cr�ticos no acad�micos y las conversaciones sobre la experiencia literaria). En cambio, [las segundas] ser�an aquellas en las que se formulan respuestas hipot�ticas a preguntas formuladas respondiendo (es decir, de acuerdo o en desacuerdo) las normas de una actividad disciplinaria (ling��stica, filosof�a, literaturolog�a) o ideol�gica (marxismo, estructuralismo, desconstruccionismo)�.
  3. Con relaci�n a este punto, nos parece pertinente incluir el siguiente comentario del cr�tico y poeta mexicano Jos� Mar�a Espinasa: �De los poetas nacidos en la d�cada de los cuarenta en Latinoam�rica, son los peruanos los que consiguieron romper el cerco en que se encontraba encerrada la poes�a. Desgarrada entre los grandes libros de las figuras mayores a�n presentes, como Neruda y Paz, inscritos en una tradici�n precedida por la sombra de Vallejo, los j�venes peruanos que comienzan a publicar en los sesenta sienten la necesidad de escribir de una manera distinta, de no repetir a sus antecesores, y buscan la salida a esa desgarradura en un trabajo consciente sobre las v�as abiertas por Eliot y Pound y —en el otro extremo— Lezama Lima. No hay ning�n poeta importante de este momento que no haya sido marcado por alguno de estos poetas� (Espinasa 1989, 91-92).
  4. Los textos de la Bibliograf�a consultada ubican a Lima como lugar de nacimiento de Hinostroza. Lo que se dice m�s bien es que �pas� parte de su ni�ez en Huaraz� (Cevallos 1967, 65). Sin embargo, nos hemos topado con esta declaraci�n del propio poeta: �Amo [mi pa�s] porque nac� en Huaraz, bajo uno de los cielos m�s puros del planeta� (Campos 1987, 66). Ortega (1968, 200) tambi�n ubica a Huaraz como ciudad natal de Hinostroza, aunque posteriormente (1987, 408) se rectificar�a. Por nuestra parte, s�lo nos queda apuntar este dato de manera interrogante.
  5. Mencionemos que el poeta Javier Heraud —nacido en Lima en 1942, es decir, contempor�neo de Hinostroza, Cisneros (Lima, 1942), Ortega (Casma, 1942) y Martos (Piura, 1942)— viaj� en 1962 becado a Cuba para estudiar cine, y al a�o siguiente ingresa, como parte de un comando guerrillero del Ej�rcito de Liberaci�n Nacional, a la selva peruana, donde muere abaleado por la polic�a nacional. Desde entonces es considerado como un hito en la poes�a peruana contempor�nea, pues, con su muerte, la aludida pol�mica �puros� versus �sociales� pierde sentido. Heraud en sus primeros libros —El r�o de 1960, y El viaje de 1961— practica una fresca, inteligente y muy sentida poes�a centrada b�sicamente en las preferencias po�ticas criticadas por Hinostroza en sus �Reflexiones sobre el asunto po�tico�. Posteriormente —sobre todo con el poema �Entierro del verano� de su libro p�stumo Estaci�n reunida (1964)— ser�a de los primeros en atisbar lecturas de poes�a anglosajona de la primera mitad de este siglo (Eliot, espec�ficamente), y de asimilarlas a su escritura po�tica. Estos atisbos ser�an plenamente incorporados t�cnicamente —hasta alcanzar esa consagraci�n que los convertir�a en canon— por Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza, y, tambi�n, por Luis Hern�ndez (Lima, 1941), cuya obra adem�s ayuda, como dice Mirko Lauer (�1978?, 20), a �comprender algo de lo que ha significado para nuestra poes�a el tr�nsito de los 60 a los 70�. Si Heraud es el mito, Hern�ndez vendr�a a ser �el s�mbolo de la desacralizaci�n de la poes�a� (Santiv��ez 1997).
  6. Con la confusi�n conceptual que por momentos parece caracterizarlos, Eduardo Mil�n y Ernesto Lumbreras anotan en la breve introducci�n a los poemas de Hinostroza incluidos en su reciente antolog�a Pr�stina y �ltima piedra, que la poes�a de �ste �lejos del desencanto [...] permanece en un plano inmune al paradigma� (Mil�n y Lumbreras 1999, 91).
  7. Citamos a Mazzotti como autor de estas ideas porque, en una conversaci�n telef�nica (oct. 99), nos comunic� que la parte de la Introducci�n a El bosque de los huesos dedicada a Hinostroza fue recogida de una conferencia dictada por �l en 1994 (Ver Bibliograf�a consultada).
  8. En el cap�tulo inicial de su obra tambi�n sostiene que si un artista �niega la historia como posible utop�a es para �l mismo asumir lo ut�pico y proponerlo en una sociedad entonces regida por el arte� (Sucre 1985, 16). Posteriormente se hace estas preguntas: �La cr�tica a la historia, �no corre el riesgo, muchas veces, de convertirse finalmente en otro historicismo y de concluir en lo mismo que criticaba? Discutir con la historia, �no es entrar en ella y aun proponerse una t�ctica (�una estrategia!) para vencerla (para mejorarla, se dice)?� (1985, 290).
  9. Mil�n y Lumbreras acotan lo siguiente: �En un caldo de cultivo que va de Marx a Pound-Eliot-Olson; de Sartre a la gastronom�a, al zodiaco; de Nietszche al arte pop de los sesenta, su expresi�n induce un sentido par�dico del poder, las utop�as, la academia� (1999, 91).
  10. Estos comentarios no hacen sino confirmar internacionalmente la temprana y certera aseveraci�n de Alberto Escobar: �Con dos libros y la consagraci�n de un premio internacional, Rodolfo Hinostroza es ya el vocero de una diferente concepci�n del quehacer po�tico y de un diverso enlace entre el horizonte demarcado por los jefes de grupo en la tradici�n hispanoamericana y los ensayos emprendidos en la poes�a en lenguas europeas y, en particular sajonas, de las d�cadas �ltimas�. (Escobar 1973, 40).
  11. O, citando a Sucre (1985, 290), su �mirada sard�nica frente a la historia�.
  12. En su cuento �El muro de Berl�n� (Ver Bibliograf�a) Hinostroza ofrece, con iron�a, otra muestra de su posici�n pol�tica.

Bibliografía consultada


Comentario privado al autor: © 2001, Paolo de Lima, paolodelima@LatinMail.com
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