Globalización y crisis en el Manifiesto:
Los retos del milenio
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[Ciberayllu]

Óscar Ugarteche
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La discusión francesa de la internacionalización

Un conjunto de autores de la escuela francesa ha presentado sus argumentos en un volumen de La Pensée, a inicios de 1997, en el que se argumenta, en síntesis, que la globalización no ocurre en abstracto sino en condiciones determinadas que tienen restricciones reales. Una es la falta de gobernabilidad global y de reglas del juego globales. La universalización de las reglas del juego no afecta al sistema global sino a las partes del mismo. Unos argumentan que no existe reversibilidad a los cambios estructurales aunque otros piensan que éstos deberían estar regulados de algún modo.

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El no hay alternativa... (NHA) de Margaret Thatcher en 1979, en realidad no es razón para no contraargumentar que la globalización no baña a todos y que además crea niveles de concentración y de pesos a favor de unos y en contra de otros actores. Tampoco es razón para dejar las cosas en su sitio. Es preciso apuntalar ideas porque la falta de alternativas podría ser una catástrofe si pensamos en profesionales jóvenes de universidades de segundo nivel en el Perú que no tendrán la menor oportunidad de empleo en su profesión. Como se sabe, la nueva globalización es en esencia financiera y dentro del Perú beneficia sólo a los sujetos de crédito: alrededor de medio millón de personas. Multiplicado por cuatro para la familia media, se estaría en el vecindario del diez por ciento de la población peruana. De esa forma no se va a hacer ni desarrollo económico ni se va a mejorar la distribución del ingreso, a pesar de lo que afirman algunos datos distorsionados sobre ingresos. El Estado tiene un papel que cumplir para el proceso de desarrollo. La eliminación de la idea del Estado como un actor es producto de una traba a la liberalización financiera y no de haber dejado de ser un agente fundamental de los procesos inversionistas y de activación de la demanda. Se podría añadir que éste es el caso en especial de los países más desarrollados, donde el gasto público representa un tercio del PBI.

Ignacy Sachs afirma que los procesos son irreversibles, tanto como el recalentamiento térmico del globo. Es decir, no es un punto de llegada sino un punto de partida de lo acumulado hasta finales del siglo XX en términos de desarrollo capitalista. Sería la fase superior del capitalismo, para ponerlo en términos de Lenin, recordando su Imperialismo... Afirma que el modelo dual hoy no se utiliza para comprender a los países en desarrollo sino a los propios países desarrollados, por la fragmentación evidenciada y en marcha en dichos países. Han aumentado las desigualdades condenadas en la declaración universal de los derechos humanos, entre los cuales existe el derecho al desarrollo. Sachs recuerda que en el Manifiesto Comunista Marx dice que la burguesía le otorga un carácter cosmopolita a la producción y el consumo en todos los países. La diferencia entre fines del siglo XIX y fines del siglo XX es que en el siglo pasado los Estados eran imperiales y ahora son las transnacionales las que controlan la inversión, la producción y el comercio mundiales, y los bancos e intermediarios financieros. La esfera financiera está disociada de la esfera real. Se trata, finalmente, de un retorno en lo ideológico de las discusiones previas a 1929, donde primaba lo económico y lo privado bajo el sello de la desregulación para permitir el libre movimiento de capitales, bienes y servicios. Nos recuerda que el grado de apertura que existe en la economía mundial hoy en día es igual al que hubo antes de 1914, y que, por lo tanto, el tema del desarrollo de los mercados internos continua sobre el tapete. Sachs refuerza el argumento de que existe un distanciamiento entre el Norte y el Sur creándose fracturas al interior del propio Norte y del propio Sur que dejan a las mayorías excluidas de la globalización y empobrecidas. Recuerda el comentario de Hobsbawm sobre el hecho de que los milagros económicos del siglo XX no han sido construidos con el mercado libre sino contra él. Habría que añadir que quizás en economía no hay milagros, como se acaba de demostrar en Asia.

Por su parte, Gibier sostiene que la globalización a estas alturas quiere decir la continentalización y la formación de bloques que luchan de manera abierta por liderar la economía mundial y obtener los mejores beneficios. En realidad, afirma que la suma de los regionalismos es la globalización, en el espíritu de Oman (1996). El concepto de aldea mundial se acuñó a fines del siglo XIX con la revolución del telégrafo, las naves a vapor y la masificación de los trenes, y no es un aporte nuevo. La revolución de las comunicaciones de fines del siglo XIX fue tan importante para su época como lo es la actual para la nuestra. Nos recuerda que no es la primera vez que la economía se globaliza, como sugiere Oman (1996: 27-33). Precisa que en términos de funcionamiento del capitalismo mundial, el excedente de uno de los países es al menos igual al déficit de todos los otros o, mejor aún, de algunos otros. A los demás no se les admite déficits o superávits, y diríamos que se les «promueve» el equilibrio. El ajuste de las economías apunta a «otras economías-mundo» y no a la propia. Casi nos recuerda que hay algunos países que tienen relevancia y otros que, en fin, no tienen gran relevancia; así como hay los que simplemente son irrelevantes. Sugiere que la crisis y el ajuste global corresponden a una crisis del patrón de acumulación, es decir, que se trata de una crisis sistémica. Lo nuevo en esta vuelta es la producción internacional entendiéndola como la articulación de «líneas de producción» globales. El eje no es la producción sino la dispersión de la producción sobre el globo; en un neo-fordismo ya mencionado por Aglietta donde las grandes líneas desaparecieron y son pequeñas líneas que crean grandes líneas virtuales en fabricas pequeñas desparramadas por diversas regiones del mundo. A esto se refiere como nomadismo. Las plantas pequeñas pueden abrirse y cerrarse, y mudarse de lugar a bajo costo dependiendo de las condiciones de producción en un lugar dado. Esto requiere, de suyo, de una externalización de los servicios que se contratan en cada caso, de modo que el costo se reduzca al mínimo indispensable y donde crezca la flexibilidad para mover la producción. Implica la incorporación a la producción de la investigación y el desarrollo, o la concepción/resolución, de manera que cada producto se mantenga en su frontera de conocimientos antes que en su óptimo de la frontera de producción. Las utilidades no provienen de la estandarización sino de la variedad, que implica identificar al consumidor y producir de manera selecta para él. Esto se hace posible por la nueva tecnología. El gran activo hoy en día son los activos humanos y no los activos físicos; así, serían las personas y no las máquinas las que permitan el uso de las tecnologías.

Andreff nos recuerda que hay dos nociones sobre el tapete: la globalización de la economía y la mundialización del capital. La segunda es la utilizada para conceptualizar las tendencias de formación de un capitalismo mundial cuya matriz teórica está en el pensamiento de la escuela francesa de la internacionalización del capital de los años setenta. Chesnais afirma que la mundialización del capital es distinta en calidad a la internacionalización del capital que ha existido en el último siglo, en particular debido a los cambios de los años 90. La mundialización del capital, dice, es un modo específico de funcionamiento del capitalismo mundial que es preciso ahora poner al desnudo. Sus rasgos saltantes son:

  1. La debilidad del crecimiento económico de las economías antes pensadas como «locomotoras» del resto de la economía mundial.
  2. El altísimo crecimiento del valor nominal de los activos financieros en estas economías.
  3. El desarrollo de altísimas tasas de desempleo estructural en las economías de la OCDE y la fragmentación en los niveles de remuneración de los empleados, que son tan bajos que los beneficiarios están en las categorías de pobres o muy pobres.
  4. El desarrollo de ingresos paralelo al anterior, de origen financiero, que son muy importantes; y la reconstitución de grupos sociales que pueden ser definidos como «rentistas».
  5. Una coyuntura mundial muy inestable, plena de sobresaltos financieros y monetarios con el potencial de un contagio internacional serio, como se apreció, por ejemplo, con la crisis mexicana.
  6. La espera prolongada de año en año de un relanzamiento económico internacional coyuntural significativo, cuyo único signo hasta ahora es el de Estados Unidos.
  7. Una deflación que ha tomado el aspecto de una deflación abierta y flagrante en los países industrializados, sobre todo con muchas de las materias primas de las que dependen los países en vías de desarrollo.
  8. La marginación de regiones enteras del mundo, del sistema de intercambios y, al centro del sistema, una concurrencia internacional cada vez mayor, generadora de conflictos comerciales serios entre los grandes poderes de la Triada.

Chesnais bautiza lo que está en marcha como un nuevo régimen de acumulación financiera en lugar del régimen de acumulación fordista que existió anteriormente. Por cierto, fue Boyer quien con Aglietta dieron nombre al fin del fordismo. Sweezy estaría en esta línea del nuevo patrón de acumulación financiero. Tres sectores son los ejes en torno a los cuales se da este nuevo régimen de acumulación: el sector financiero, el complejo sectorial que abraza la informática, las telecomunicaciones y todo lo vinculado a las comunicaciones, y la industria de la cultura del mercadeo. Otros llaman a esto el «sector cuaternario», puesto que son «servicios» de nuevo tipo. Los «servicios» son el sector terciario de la economía, la manufactura el secundario, y la producción de materias primas el primario. Castoriadis afirma que se trata de un retroceso de la civilización porque la sociedad capitalista se está creando a partir «de la insignificancia».

La exclusión y la marginación no son otra cosa que maneras diversas de articulación dentro del nuevo sistema que conforman un todo integral: globalización/ exclusión son las dos caras de la misma moneda, que es el sistema mundial. Además, el cambio en las relaciones interestatales es el soporte para el nuevo régimen de acumulación. Esto resulta, entonces, en nuevas relaciones de dominación y dependencia política entre los Estados que van a dar pie a o devenir en las nuevas relaciones del capital mundializado.

El triunfo actual del «mercado» no habría podido darse sin las reiteradas intervenciones políticas de las instancias políticas de los Estados capitalistas poderosos.

El sentido de lo global, por otra parte, deriva de las escuelas de negocios norteamericanas, donde se enseña la manera en que se toman decisiones empresariales a escala mundial, aunque tiene un segundo sentido que abarca al mundo en su conjunto. En cualquier caso, es impensable hoy analizar lo que viene ocurriendo en este plano, si se separa la economía de la política y lo económico de lo político. El análisis debe hacerse de manera conjunta, afirma Chesnais, porque el génesis del régimen de acumulación financiero mundializado pone de relieve lo político y lo económico. El Estado no es exterior al mercado, como afirman los neoliberales. El triunfo actual del �mercado� no habría podido darse sin las reiteradas intervenciones políticas de las instancias políticas de los Estados capitalistas poderosos. La globalización, escribe Chesnais parafraseando al presidente de una transnacional, sirve para producir lo que la empresa quiere, dónde quiere, cómo quiere, en el lugar donde haya menos regulaciones al trabajo. La liberalización y desregulación financieras fueron posibles por la abrogación del sistema de Bretton Woods en 1973 en razón del lugar particular de la moneda sobre el modo de acumulación capitalista, y por la revolución conservadora que se expandió por el mundo a partir de Reagan y Thatcher, creando un nuevo sentido común (Chesnais; 1997: 66). El nuevo sentido común es que el Estado es disfuncional y traba el desarrollo de los mercados.

Continúa...

© Óscar Ugarteche, 1998, ougarte@pucp.edu.pe
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