EL (POCO DISCRETO) ENCANTO DE LA BURGUESÍA

Distancias sociales y discursos legitimadores en el Perú de hoy

[Ciberayllu]

Juan Carlos Callirgos

 
 

El consumo desenfrenado

Hace unos años, la entonces llamada Compañía Peruana de Teléfonos decidió publicar su Guía Telefónica sin que aparecieran las direcciones de los abonados. El motivo: se consideraba que la presencia de direcciones sometería al usuario al peligro de los secuestros y asaltos. La guía se editó así por varios años. Sin embargo, desde 1996, las direcciones han vuelto a aparecer. No se trata únicamente que se considere que la ola de secuestros, asaltos, y exigencias de «cupos de guerra» haya llegado a su fin. Es sólo un pequeño ejemplo de un proceso de cambio más amplio entre los sectores altos y medios-altos del país, que no pasa desapercibido para quien regrese al país después de una larga estadía afuera: ya no es momento de esconderse. Si en algún momento se impuso la discreción, ahora se impone la oronda exhibición. Es así como vemos que, en momentos en los que la capacidad de consumo de los más se encuentra en su punto más bajo, la de los menos se incrementa a niveles insospechados. Sin atisbos de culpa, además.

No bastaría con hacer un recuento estadístico que muestre las diferencias en el consumo de cada sector social. Estaríamos descuidando la dimensión subjetiva de los hechos: cómo y por qué se consume, las imágenes que se proyectan, la definición de espacios exclusivos, los sueños y temores de los actores involucrados. Finalmente, dejaríamos de lado el significado real de las distancias sociales, y con ello, estaríamos dibujando un mundo feliz marcado por la abundancia, contrapuesto a otro gris caracterizado por la escasez y la carestía.

Para trascender estas imágenes, empezaremos diciendo que los sectores altos y medios-altos funcionan en base a dos paradigmas aparentemente irreconciliables: uno que podríamos llamar «modernizante» y otro «aristocrático». En base al primero, se valoran los avances científicos y tecnológicos. En base al segundo, se valora la ostentación, y la distancia social y la exclusividad Expliquémonos. Entre las élites limeñas existe una fascinación por lo considerado moderno. No por los ideales de democracia e igualdad de derechos que caracteriza a la modernidad; pero sí por lo que se identifique como proveniente del primer mundo y como tecnología de punta, la modernización. Artefactos eléctricos, computadoras, teléfonos celulares, maquinarias y comida rápida son ejemplos de ello. Sin embargo, su manera de apropiarse de tales inventos modernos se basa en el paradigma aristocrático de la exclusión y la ostentación, es decir, cumple el propósito de marcar la pertenencia a un grupo «exclusivo» y de cerrar las vías al ascenso social.

Son muchos los casos que pueden citarse. Uno de los ejemplos paradigmáticos es el de los teléfonos celulares. Se trata de uno de los más recientes inventos del capitalismo avanzado En el primer mundo, su uso está mayormente vinculado al ámbito de los negocios y la producción. En otras palabras, el avance en las comunicaciones ha estado al servicio del trabajo y los celulares sirven para conectarse con los centros laborales. Los vuelos domésticos, en los Estados Unidos, ahora cuentan con un teléfono por cada tres asientos, para que los pasajeros, teléfono y computadora «laptop» en mano, no desperdicien el tiempo de vuelo y avancen con su trabajo Las redes de transmisión de datos, también hacen más fácil que los trabajadores utilicen su tiempo en el hogar para trabajar, rompiéndose la clásica división entre la esfera doméstica y la laboral. Una imagen común es la del hombre de negocios en constante comunicación con proveedores, centros de intermediación financiera y clientes.

La comida rápida tiene objetivos similares. En un país donde «el tiempo es dinero» la comida rápida ha sido desarrollada para permitir que los trabajadores puedan consumir alimentos rápidamente y vuelvan a su centro laboral. Por lo mismo, se trata de comida ya hecha, barata y de rápido consumo. Así, si revisamos los grandes inventos o avances recientes en artefactos eléctricos, uno por uno, veremos que de lo que se trata es de permitir ahorrar tiempo para poder utilizarlo en el plano laboral. Sobre todo si consideramos que sólo el 6% de hogares de los Estados Unidos cuentan con amas de casa a tiempo completo. El capitalismo avanzado ha encontrado los medios tecnológicos para ir acortando las distancias que otrora mantenían desconectada la esfera doméstica de la laboral, elevando al máximo el rendimiento de la fuerza de trabajo Se podría decir, por cierto, que los nuevos inventos son los medios más modernos y sutiles de esclavitud, si a ésta la definimos como la expropiación lícitamente establecida del tiempo libre.

Estos elementos, sin embargo, al ser importados a nuestro país, han tomado otro cariz. No sólo porque no necesariamente se convierten en elementos para incrementar la productividad, sino porque cumplen con objetivos bastante distintos: nuestras élites los ponen a su servicio como símbolos de status y como barreras al ascenso social. Se impone una relación puramente narcisista con la tecnología y la modernidad: se le alaba porque refleja la propia situación de esplendor y supuesta superioridad. El teléfono celular, reinterpretado, sirve menos para comunicarse, como para anunciar, ante los demás, un status social superior. Status que, dicho sea de paso, adquirieron 116,471 personas sólo entre 1995 y 1996[4]. De esa manera entendemos por qué, si cada vez son más pequeños, siguen exhibiéndose al cinto o en la mano. La comida rápida, reinterpretada, poco tiene que ver con la falta de tiempo para comer Los restaurantes que la expenden son más espacios en donde mostrarse Por ello una cadena como «Bembos Burger Grill»  —que como veremos es la cadena de comida rápida más numerosa de Lima— ha desarrollado un estilo arquitectónico peculiar, en donde las paredes son enteramente de vidrio: no sólo se trata de comer «a lo gringo», sino de estar «in». Es decir, a la moda y dentro de un espacio social determinado como exclusivo —en vitrina—. Así se entiende cómo aquí se venden hamburguesas a precios que son más de tres veces los de los Estados Unidos: tienen un valor social superior.

Por el mismo motivo, los vidrios predominan en los nuevos centros comerciales y minimercados de las estaciones de servicios limeños Al entrar, y al adquirir, se adquiere, principalmente, status. Por ello, también, la televisión por cable se convierte en imperiosa necesidad para los sectores altos, medios altos, y medios. No se trata de estar más al tanto de los sucesos internacionales, tampoco que el cable supere inconvenientes geográficos que pudieran dificultar la recepción de imágenes nítidas. El slogan de un folleto publicitario de una compañía de televisión por cable —que en el Perú tiene un costo seis veces mayor que en los Estados Unidos— tal vez valga más de mil palabras:  «USTED TIENE EL PODER con Telecable».

Los paradigmas aristocráticos también se muestran con claridad en los estilos arquitectónicos de las viviendas de las áreas residenciales de los sectores más pudientes En La Molina, por ejemplo —donde las viviendas sobrepasan los mil metros cuadrados—, predominan las casas con techo a dos aguas y tejas, y los amplios jardines se adornan con ruedas de molino. El obvio referente arquitectónico es el de la casa hacienda, y en las decoraciones predominan las antigüedades. No es casual que éstas se expendan en las dos rutas hacia ese distrito: se trata de una añoranza de tiempos en los que los referentes eran, evidentemente, más claros; en los que se sabía más fácilmente quién era quién. Lo más significativo es que estos estilos son también reproducidos por quienes no provienen de los sectores oligárquicos, sino que han logrado de una manera u otra «ascender» socialmente Es que ascender ha implicado implica hacerse de los símbolos socialmente deseables del nuevo grupo al que se pertenece. Y, efectivamente, los nuevos ricos se oligarquizan con suma facilidad.

En todo eso, la supuesta modernidad termina perdiendo todo sentido, quedándose en el «¿usted sabe con quién está hablando?»  propio de sociedades aristocráticas y oligárquicas en las que el status está relacionado más con la cuna y los ancestros que con el mérito y el esfuerzo. En una  «República sin ciudadanos», y con una  «Modernidad tradicionalista», para usar términos aparentemente contradictorios, pero que adquieren sentido en nuestro país[5]. El infaltable letrero que anuncia que «se reserva el derecho de admisión», no tendría ninguna utilidad en una sociedad en la que el mercado por sí solo limita el acceso a ciertos espacios, bienes y servicios. Estamos ante otros mecanismos de exclusión, menos objetivables, pero igualmente influyentes, basados en los apellidos, la raza, los símbolos de status y también el poder adquisitivo. Y ya que el consumo satisface más necesidades —no sólo la apropiación del bien o del servicio, sino también la apropiación de un símbolo socialmente deseable y distintivo—, su aumento tiene connotaciones especialmente relevantes. Más aún si consideramos que los precios internacionales de bienes y servicios son multiplicados varias veces en nuestro medio.

Los ejemplos de la expansión del consumo son abundantes:  437 automóviles marca Mercedes Benz 1,190 Volvo, 352 BMW, 1,437 Peugeot, 2,220 Honda, 22 Porsche, 1 Rolls Royce, 10 Jaguar, 9 Saab, 1 Ferrari. No se trata de un recuento de los automóviles de lujo que transitan por las calles de Beverly Hills. Más bien son cifras de automóviles inscritos en un solo año, 1995, ...en el Perú[6]. Todos con un costo que sobrepasa —algunos en mucho— los 25 mil dólares. El crecimiento del mercado automotor ha sido tan inusitado, que el automóvil gasolinero de entre 1,500 y 3,000 centímetros cúbicos llegó a ser el principal producto importado en 1994[7]. Del mismo modo, otros sorprendentes objetos de consumo son las motos acuáticas Aunque sus precios bordean los »20,000, las ventas siguen en aumento En febrero de 1997 se realizó el Primer Campeonato Internacional de Motos Acuáticas —nada menos que en el Santuario Ecológico de Paracas—, para el cual se dispuso de 12,000 dólares para el primer puesto. Y para marzo, la novísima Comisión Peruana de Motos Náuticas anuncia un nuevo campeonato.

El sector comercio dirigido a los sectores de élite viene gozando de vigorosa salud. Mientras la inversión en publicidad aumentó 2,8 veces entre 1991 y 1995 —y en publicidad televisiva, 3 veces—[8]; en los últimos años se viene construyendo grandes centros comerciales con inversiones sorprendentes. Nos preparamos para batir un récord sudamericano con la próxima inauguración del Jockey Plaza —el «Shopping Center más grande de Sudamérica», de acuerdo a su publicidad. Asimismo, el lujoso Centro Comercial Caminos del Inca, en Chacarilla, ha habilitado una segunda etapa, y se han construido por lo menos seis nuevas zonas comerciales en Monterrico y La Molina. Sólo los nombres de sus tiendas ilustran sobre las mentalidades de los beneficiados: «Status», «Avant Garde», «Imagen», «First Class», «Radical Sports Shop», «Giorgio», «Soccer Locker», «Milano Bags», «Pharmax Drugstore», «Valente», «Giussepe Ferraro». Una mezcla de nombres en inglés, francés e italiano convierte a una botica en un drugstore y a una heladería en una gelateria Apropiarse de lo extranjero, así, se convierte en medio para lograr la exclusividad.

Los sectores altos cuentan hoy con más centros de centros de diversión. Ya está próxima la inauguración del «centro de diversión más grande de Sudamérica», y han proliferado las discotecas y «pubs». Los continuos conciertos de grupos y cantantes extranjeros que —ahora sí— vienen a entretener a la «gente» de nuestra ciudad, han hecho de Lima una plaza atractiva. Como muestra de que las actividades de diversión y entretenimiento son crecientes, hace casi dos años apareció una publicación dedicada al tema: Visto y Bueno, repartido todos los viernes con El Comercio, que se dedica a dar la información necesaria —lugares, costos, recomendaciones— para quien dispone de tiempo y dinero para «empilarse» —tal es la palabra más usada en el suplemento.

No sólo se crean nuevos centros de diversión en Lima. Algunos pueden darse el lujo de buscar el entretenimiento fuera del país. Por ello, los viajes turísticos de peruanos al exterior, entre 1986 —antes de la etapa más dura de la crisis— y 1995 aumentaron 3.1 veces. Así, más de medio millón de peruanos (508,400) pudieron gozar de vacaciones en el exterior en 1995.

Pero tal vez sean los restaurantes —especialmente los de comida rápida— los negocios más florecientes de nuestros días. A inicios del 97 pueden contarse once Bembos Burger Grill, nueve Kentucky Fried Chicken, nueve Pizza Hut, seis Burger King, seis Mediterráneo Chicken, cinco Chifast, dos MacDonalds, dos Pasta Pronta y un Taco Bell; ubicados estratégicamente en los lugares por donde transitan los sectores más pudientes de la capital. Para ilustrar el boom de este consumo, podemos contrastar el auge de estos restaurantes con la reducción o casi completa desaparición de algunas dependencias del Estado: su número (52, sumando sólo los citados) ha tenido un progreso inversamente proporcional al de los Bancos de la Nación, que ha sido reducido a nueve para atender a los siete millones de habitantes de Lima.

Por supuesto, no sólo se trata de la venta y consumo de hamburguesas o pizzas. Su aparición crea la sensación de nuevas inversiones y de que se está logrando ser una ciudad «moderna». Ya señalamos que son espacios para exhibirse, pero también lo son de recreación y encuentro social. Para los adultos están las pantallas gigantes con «videoclips» —MTV—. Los niños cuentan con monitores con «Cartoon Network» —canal norteamericano de dibujos animados— y con «playgrounds» —espacios de juego—. Y si bien se trata de «comida chatarra», sus precios se encargan bien de mantener la exclusividad. Los trabajadores, correctamente uniformados, son en su mayoría jóvenes de sectores medios para los que el pago recibido —que fluctúa entre los 20 y 25 soles diarios— no es tan importante como el status adquirido[9].

Algo similar sucede con los casinos. No contamos con estadísticas que nos digan cuántos son, cuántas personas los concurren, ni cuánto se apuesta en ellos. Sabemos que su número ha ido en constante aumento y que mantienen una concurrencia apreciable Y sus microescenas son también significativas  . La «buena presencia» es el requisito fundamental para conseguir un empleo en ellos, para brindar un clima de confianza y exclusividad a sus concurrentes Estos, además de contar con salas de juego y máquinas tragamonedas, reciben bocaditos y bebidas «cortesía de la casa». Por supuesto, «se reserva el derecho de admisión», y el trato es diferenciado según el cliente. El testimonio de una «dealer» de casino así lo confiesa: los trabajadores tratan de distinta manera a la «gente» —léase, a los clientes considerados «blancos» y de «buena» posición económica—, a los coreanos y chinos —considerados sucios, pero con dinero—, y a los «cholos con plata» —que son menos, pero son. El dinero no es, pues, un elemento igualador en estos espacios Finalmente, subsiste el dicho que «todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otros».

Las estaciones de servicios también se han convertido en negocios rentables y en símbolos de modernidad y progreso Su crecimiento ha sido tal, que el Alcalde de San Isidro, uno de los distritos más acomodados de la capital, ya está pidiendo que se limite las autorizaciones de funcionamiento en áreas urbanas. De otro lado, desde 1995, Lima tiene el «honor» de contar con la estación de servicios —otra vez— «más grande de Sudamérica»... Definitivamente, son estaciones diferentes a los antiguos «grifos» de la capital Impresionan por su amplitud, su limpieza, su nueva maquinaria, sus luces, y sus minimercados que reciben los nombres de «Mobil Mart», o «Service» —que por ser en inglés se suponen modernos y vistosos. Algunos cuentan con un cajero automático, o con pequeños restaurantes de comida rápida que exhiben grandes carteles publicitarios que retan la sensibilidad de quien esté al tanto de la situación nutricional de la población peruana: «Tienes hambre, date el gusto»...

Obtener un ambiente que se asemeje a la paradigmática Miami es el objetivo. Lo declara abiertamente el propietario de un nuevo negocio instalado en Miraflores. Se trata de un «taco» llamado Stroker, al que la revista Visto y Bueno le dedica un reportaje[10]:  «Stroker, nuevo taco en Miraflores». El propietario comenta que «Este pretende ser un típico taco como los de California o Miami», mientras que el reportero lo describe así: 

«Los dos pisos con que cuenta Stroker son amplios y empiladores. La gente (sic) da vueltas alrededor de su mesa, mientras espera el turno de embocar en la buchaca. Al mismo tiempo, las risas de todos retumban celebrando algún chiste y escuchando una canción tipo REM.»

El reportaje está acompañado de dos fotos. En una de ellas aparecen cinco chicas y un chico; todos, obviamente, jóvenes y de clase alta o media-alta. Ellas miran, mientras que él ejecuta una jugada sobre la verde mesa de billas. En la segunda se muestra el surtido bar. De nuevo, el número de mujeres supera al de varones. Y es que la presencia de las chicas no es casual: las fotos transmiten el mensaje de que, a pesar de ser un taco, no se trata de un lugar sucio, peligroso y puramente masculino, como los tacos populares De esa manera, se refuerza el mensaje de que se obtiene exclusividad y seguridad.

 
Notas
[4] «En el Perú la telefonía celular reporta un aumento de 87,498 celulares durante 1996, crecimiento de 302% respecto a 1995.» Caretas, # 1454. 27 de febrero, 1997. p.46.
[5] El primer término fue acuñado por Alberto Flores Galindo. El segundo por Fernando de Trazegnies.
[6] Cifras obtenidas de Cuánto: El Perú en números. 1996. No podemos estimar cuántos automóviles de lujo de otras marcas fueron adquiridos, pues sólo se cuenta on las marcas y no con los modelos. Tampoco se incluyen las llamadas 4 x 4.
[7] Automóviles grandes, si los comparamos al Toyota Tercel, de sólo 1,300 centímetros cúbicos.
[8] En 1991 se gastaron casi 348 millones de dólares en publicidad; en 1995 la cifra llegó a casi 999 millones. Cuánto: op.cit.
[9] En uno de estos restaurantes encontramos un tríptico publicitario en el que se ofrecen los empleos. Allí, además de los nombres y apellidos, se pregunta por el colegio y/o la universidad donde se estudió o estudia, el distrito donde se reside, y si se cuenta con automóvil. Se pide el nombre de alguien que pueda recomendar, y se aclara que uno de los requisitos es tener "excelente presencia". No es sorprendente que no se pida calificación ni experiencia; las imágenes ideales que muestra el tríptico son de jóvenes blancos y sonrientes: el/la contratado/a será la imagen ante el público, para lo que deberá proyectar confianza, limpieza y blancura.
[10] Visto y Bueno. Año 2, No.93. 14 de febrero, 1997.
© Juan Carlos Callirgos, 1997
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