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12 octubre 2003

La otra ribera: un escritor entre dos mundos

Eva Mª. Valero Juan

(Conclusión)

«La ciudad es un estado de ánimo»

«Las ciudades, como las personas o las cosas, tienen un olor particular, muchas veces una pestilencia». Con estas palabras iniciaba Julio Ramón Ribeyro su primera novela, Crónica de San Gabriel (1960), fijando, a través de una trama novelesca que se desarrolla en una hacienda andina, la atracción de la ciudad que preside toda su obra, y ratificando, de este modo, la mirada urbana que ya había ensayado durante la década del 50 en sus primeras colecciones de cuentos.

Portada del libroEn la «Introducción» a esta novela, Ribeyro confirma la esencial visión urbana que recorre toda su narrativa: «Que  Crónica de San Gabriel transcurra en la sierra no hace de ella, sin embargo, una novela indigenista, lo que la distingue de los grandes frescos andinos de Ciro Alegría y José María Arguedas. Su especificidad proviene de que se trata de una visión de la sierra, pero hecha por un limeño»17. Más adelante, Ribeyro evoca la percepción de su ciudad natal: «Lima, decían las viejas, olía a ropa guardada. Para mí olió siempre a baptisterio, a beata de pañolón, a sacristán ventrudo y polvoriento»18. En estas líneas están contenidas algunas de las claves de la construcción urbana en la obra de Ribeyro sobre las que vamos a insistir a lo largo de este libro: la aprehensión anímica de los espacios de la niñez; y el olor a ciudad antigua, ese olor ya caduco y desvanecido ante la avasallante irrupción de la humareda en la ciudad modernizada, donde se ubica el tiempo real del joven escritor.

En 1953 Ribeyro había escrito el artículo titulado «Lima, ciudad sin novela», donde lanza esa especie de reto para que «alguien se decida a colocar la primera piedra»19. Sin embargo, durante esa década Ribeyro circunscribió su visión urbana a la narrativa breve, y no será hasta la década siguiente cuando escriba sus primeras novelas. Cinco años después de Crónica de San Gabriel, la publicación de Los geniecillos dominicales (1965) significaba en el Perú, tal y como ha consignado Washington Delgado, el advenimiento de la novela urbana20. En esta última, Ribeyro profundiza en la percepción anímica del cambio social de la urbe, cuya fisonomía también cambiante traduce el sentir enajenado de sus antiguos habitantes. En general, en la narrativa ribeyriana —tanto en los cuentos como en las novelas— este proceso de acelerada mutación aparece como constante temática, recreada desde distintos puntos de vista que recorren toda la escala social. Pero, en cualquier caso, los aromas de una antigüedad urbana en decadencia, y el hábil manejo al que el escritor los somete dependiendo del propósito fijado en cada relato, fluyen entre las líneas de esta narrativa como nota indispensable que determina la construcción literaria de la ciudad como estado de ánimo.

«La ciudad es un estado de ánimo», escribía Georges Rondenbach en su Bruges-la-Morte (1892). La crítica sobre la obra de Ribeyro ha reiterado la ausencia de descripciones urbanas en una narrativa que, sin embargo, concede toda la atención a las figuras que deambulan por calles apenas sugeridas. Por ello, la concepción de la ciudad como estado de ánimo, esa ciudad invisible que recorremos con los personajes y reconocemos como un espacio vital que condiciona su conflicto interior y su visión del mundo, es el concepto fundamental del que partimos para realizar una propuesta de la perspectiva urbana en la obra de Ribeyro.

Para conseguir fijar en su literatura la conflictiva transformación nacional de mediados del siglo XX, el escritor centra su mirada en esa nueva ciudad semimoderna y gris en la que convive la humanidad que procede del mundo de la sierra y el campo. En cierto sentido, su escritura urbana se acerca pretendidamente al objetivo perseguido por el gran poeta de la ciudad, Baudelaire21, quien «sacando a la luz la parte de alma humana oculta en los paisajes [...] reveló el corazón triste y a menudo trágico de la ciudad moderna»22. En el paisaje humano representado en sus cuentos y novelas, el lector puede descubrir seres tan reales como los desamparados habitantes de las primeras barriadas limeñas, los humildes profesionales y empleados de una clase media que se esconde tras una fachada de cotidianidad desgastada y alienante, los antiguos burgueses aristocráticos que asisten a su propia decadencia y a la desintegración de su mundo ya caduco�23. Todos ellos dan vida a esa temática recurrente que genera, indefectiblemente, la atmósfera y la tonalidad ribeyrianas; temas que el propio escritor enumera al reflexionar en una entrevista sobre el libro de cuentos Sólo para fumadores:

Sólo para fumadores retoma temas frecuentes en mi obra narrativa corta. Es decir, el tema de la creación literaria, el tema de la muerte [...], el tema de la locura, el tema fantástico, el tema de la impotencia y de la decadencia [...]. Es decir, hay una reiteración de todos estos temas, que regresan siempre en lo que escribo, que creo que son lo que le dan una tonalidad, una atmósfera, ribeyriana si quieres, a mis libros, lo que los hace reconocibles24.

Dicha temática traduce en esta obra la necesidad implacable de mostrar una realidad en sus contradicciones y miserias, partiendo de una abarcadora visión de vencidos. En una carta a Wolfgang A. Luchting (17 de enero de 1961), Ribeyro da la clave para entender su predilección por la ciudad. En sus palabras Lima adquiere la categoría de símbolo, convirtiéndose en emblema de todas las capitales sudamericanas:

Lo que he escrito hasta ahora no es sino una preparación. Es mi ambición escribir un día una gran novela peruana� cuyo tema, a mi ver, no consistiría en la pintura de las masas infinitas de indios y cholos que literalmente viven en la esclavitud� sino en la de aquella gente que tiene la culpa de esta esclavitud, es decir la que vive en los centros urbanos de los regímenes feudales25. En una palabra, en las capitales de Suramérica, Lima está predestinada para servir como símbolo para todas ellas. El Perú y hasta toda América Latina pueden explicarse a través de Lima. Tal vez uno de estos días lograré describir Lima y los limeños. Con esto, el fenómeno de América del Sur se volvería más comprensible26.

Como ha señalado C. Lévano, «Ribeyro expresa un Perú urbano y actual. Traduce en lenguaje de arte el Perú profundo de nuestro tiempo, ese que en Costa, Sierra y Selva experimentó un traslado gigantesco y veloz de la feudalidad al capitalismo subdesarrollado y deformado, de país dependiente»27. En suma, en su narrativa urbana el narrador indaga en la problemática esencial de una sociedad cambiante y contradictoria, que se concreta en los conflictos de la migración y la formación de los suburbios, la dimensión ideológica de la movilidad social y de las diferencias sociales y étnicas, la precariedad de las relaciones humanas, etc.

A través de un estilo muy personal, presidido por la sencillez en las formas y un hábil manejo de las técnicas de la ambigüedad, en su narrativa urbana Julio Ramón Ribeyro indaga, de forma persistente, en el indescifrable mensaje que se esconde tras el caos urbano, en sus fachadas antiguas, en la sorpresa de sus calles, mediante la exploración de las posibilidades inéditas que ofrecen los espacios de la ciudad. En esta exploración, Ribeyro traza lo que él mismo ha denominado «un inventario de enigmas»28. Y, aunque en ocasiones las historias ficcionalizadas en sus cuentos transcurren en lugares míticos de la naturaleza, la imagen esencial que se dibuja en el fondo de la escena es siempre la ciudad, referente del que emana, como veremos, una teoría vital.

Por ello, no debe restringirse la visión urbana de Ribeyro al mero enfoque de los aspectos de la ciudad cambiante. En este sentido, merecen recordarse estas palabras de María Bolaños sobre la concepción anímica de la ciudad:

El lugar es el punto de mira ideal desde el que enfilar todas las búsquedas. [...] las inquietudes de los individuos modernos adoptan con naturalidad este corte espacial, este modo de enraizamiento mítico formulado según una lógica topográfica29.

Este lugar, en la narrativa de Ribeyro, es la ciudad, punto de mira esencial desde el que plantea las diferentes búsquedas de sus personajes, ya sea en el espacio urbano, en la sierra o en la selva. Por ello, consideramos sustancial para acercarnos a esta obra analizar dicha mirada urbana no sólo en el conjunto de cuentos que transcurren en ciudades —europeas o americanas—, sino también en relatos en los que Ribeyro desarrolla la trama en espacios alejados de la ciudad, donde inevitablemente emergen los motivos, las imágenes y las búsquedas emprendidas en el espacio urbano. La literatura ribeyriana, partiendo de ese punto de mira, traza una serie de enigmas a través de figuraciones de individuos a la deriva que viajan o vagabundean, mediante la recreación de ciudades muertas, o en las diferentes búsquedas de refugios.

La configuración de enigmas que, tomando la referencia literaria de Henry James, componen «el dibujo en la alfombra», y los diferentes intentos de desentrañarlos enhebran una búsqueda que finalmente, en cuentos como «La casa en la playa» o «Silvio en El Rosedal», alcanza una resonancia metafísica.

Ribeyro opinaba que el papel del crítico consiste en «coger una obra como una partitura y proceder a su ejecución [...] Un crítico es un mediador, un intérprete y la audición que propone de una obra será siempre subjetiva y estará marcada por su personalidad»30. Para la ejecución de la peculiar partitura ribeyriana, partimos de esa tonalidad substancial de toda su obra: la ciudad concebida como estado de ánimo. Y, desde ella, trazamos las modulaciones que dibujan una serie de preguntas y respuestas, jalonando una obra que, a través de la forma narrativa, halla finalmente en el arte un camino de libertad y de vida. En los diferentes capítulos de este libro planteamos una posible propuesta sobre algunas de las claves básicas de la obra de Ribeyro, ensombrecida por la reiterada caída cotidiana, pero también soñada, a través de sus personajes, como intento de dar encanto a un mundo desencantado. Soledad, marginalidad, autobiografía, desarraigo, timidez, antiheroicidad, nostalgia, ironía, fantasía, que se enfrentan en la ciudad como lugar de crisis, son algunas de esas claves cuyo sonido, en este original acorde, propone una tonalidad dolida de la que emergen figuraciones del anonimato y la alienación, de la deshumanización y el retraimiento. En su navegación por «los aledaños de la tentación del fracaso», Ribeyro dirigió su mirada hacia el conflicto entre una sociedad que progresa de forma descompasada y los valores morales del hombre desclasado en el espacio de la ciudad. Y, desde este espacio, nuestra propuesta pretende trazar una perspectiva concreta de la obra de Ribeyro, que encuentra, en las imágenes urbanas, un eje irradiador de significaciones fundamentales.

Escrutador de la condición humana, el escritor dibuja en sus cuentos, ya transcurran en Lima o en ciudades europeas, la faz de los desposeídos, de los solitarios; un paisaje humano aglutinado en la común marginalidad que les aboca al esfuerzo fallido, a la cotidiana derrota; «teatro urbano»31 de individuos que viven en la multitud de la ciudad y que, ante la imposibilidad de romper los espacios de la soledad, sufren, en el tedio de su grisura, una pérdida de la ilusión.

Muchos de los relatos de La palabra del mudo emanan la desazón ante un mundo que se resiste a ser comprendido; una realidad cuya rápida transformación se escenifica incidiendo en el desconcierto de una sociedad pre-capitalista que no puede asimilar el proceso de modernización sin una verdadera democratización. Ribeyro restituye la voz al «mudo» que por fin consigue hablar a esa sociedad que a pesar de todo no escucha. Desde la concepción ribeyriana de la escritura como único vehículo para una aprehensión inédita de la realidad, surge esa voz quieta y hormigueante que vierte sobre las páginas una experiencia en la que cada fantasía va quebrándose en una dolorosa hilaridad. Mudos chaplinescos en su sarcástica marginación, o quijotescos en su empeño de rehumanizarse a través de la imaginación, sufren el choque frontal entre sus grandes sueños y el cruel desencanto que les impone la realidad cotidiana y modulan esa voz húmeda de ironía —como diría Alfredo Bryce, tan húmeda como el clima de Lima—, que impregna cada una de las páginas y permite al escritor velar la realidad, trascenderla para mejor sugerirla, liberarse de sus limitaciones y penetrar el otro lado de las cosas.

A través de estas voces, nuestra lectura personal se desarrolla como indagación y aprehensión del universo ribeyriano, advirtiendo cómo lo marginal resulta ser el motivo complementario de aspectos más vastos. En definitiva, la ciudad de Ribeyro, en la que se debate la vida entre sombra y sueños, tiene sus raíces plantadas en una actitud de incanjeable calidad humana: la del que no sucumbe a «la tentación del fracaso» y persevera, casi sin aliento, en la tentación del sueño realizable.

* * *


Notas

17Julio Ramón Ribeyro, Crónica de San Gabriel, Barcelona, Tusquets, 1982, pág. 12.

18Ibidem, pág. 15.

19Julio Ramón Ribeyro, «Lima, ciudad sin novela», en La caza sutil, Lima, Milla Batres, 1976, págs. 15-19. [El Comercio, Lima, 31 de mayo de 1953]

20«Si la novela anterior a 1950 tuvo un carácter épico y estuvo dedicada casi exclusivamente a la descripción de ambientes provincianos y grandes conflictos sociales, la nueva novela desarrollada después de 1960 es predominantemente urbana, su carácter es lírico o puramente novelesco y los conflictos que describe son sicológicos». Washington  Delgado, «Ribeyro y la imagen novelesca de la burguesía latinoamericana», prólogo a Julio Ramón Ribeyro, Los geniecillos dominicales, Lima, Carlos Milla Batres, 1973, pág. 12.

21Sobre las relaciones con Baudelaire, véase el apartado «Una imagen peruana del flâneurbaudeleriano».

22Palabras del poeta Theodore de Banville en un homenaje ante la tumba de Baudelaire. Cit. en MarshallBerman, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, (1982), Madrid, Siglo XXI, 1991, pág. 130.

23En la progresiva creación de esta geografía social de Lima, cuyo rasgo común es la marginalidad, puede advertirse una evolución en los cuentos: si en el primer volumen, titulado Los gallinazos sin plumas, Ribeyro centra su mirada en el mundo mísero de las barriadas, en los siguientes volúmenes amplía su enfoque para explorar los ámbitos sociales de la clase media y de la aristocracia empobrecida.

24Entrevista por Alfredo Pita (1987), «Ribeyro a la escucha de una voz que dicta». Publicada en la compilación de entrevistas Julio Ramón Ribeyro. Las respuestas del mudo, selección, prólogo y notas de Jorge Coaguila, ed. cit., pág. 163.

25Wolfgang A. Luchting comenta: «La relación entre provincia y ciudad es, en Latinoamérica, una de las más interesantes. Si miramos a la Europa feudal del siglo XIV y XV resulta que el enemigo del feudalismo residió en la ciudad [...] No así, hasta ahora en el Perú, o en Latinoamérica en general [...] en el campo el hombre es producto de los ciudadanos (de los señores feudales que en las provincias viven y allí deciden las fortunas del campesino), mientras en la ciudad el ambiente es el producto de los campesinos (los que, con su trabajo, le permiten al gamonal llevar esa vida fabulosamente ociosa y ostentativa por la que, entre otras cosas, la ciudad de Lima es conocida en todo el mundo)». Wolfgang A. Luchting, «Reflexiones sobre ‘Explicaciones a un cabo de servicio’», en Julio Ramón Ribeyro y sus dobles, Lima, Instituto Nacional de Cultura, 1971, págs. 196-197.

26Fragmento de una carta a Wolfgang A. Luchting, publicada en Julio Ramón Ribeyro y sus dobles, ibidem, pág. 195.

27C. Lévano, «Ribeyro: la realidad del mundo», Caretas, nº 485, Lima, 1973. Reprod. en Isolina Rodríguez Conde, Aproximaciones a la narrativa de Julio Ramón Ribeyro, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1984, pág. 301.

28Julio Ramón Ribeyro, Prosas apátridas (completas), Barcelona, Tusquets, 1986, pág. 180.

29María Bolaños, «La ciudad es un estado de ánimo», en La ciudad (en la colección fotográfica del IVAM), Valencia, IVAM, Centre Julio González/ Generalitat Valenciana, 1996, pág. 10.

30Julio Ramón Ribeyro, La caza sutil, Lima, Milla Batres, 1976, pág. 60.

31Utilizamos el concepto «teatro urbano» en el sentido tomado por Dionisio Cañas en su libro El poeta y la ciudad. Nueva York y los escritores hispanos, Madrid, Cátedra, 1994: en sus palabras, esta noción «connota un nivel de artificio que es consubstancial a la idea de la ciudad en general; y estará, por un lado, más ligado a una mirada de orden ético y, por el otro, es un concepto recurrente en la mirada urbana moderna», pág. 10.


© 2002, Eva Valero Juan
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Para citar este documento:
Valero Juan, Eva Mª: «La otra ribera: un escritor entre dos mundos. Introducción a La ciudad en la obra de Julio Ramón Ribeyro», en Ciberayllu [en línea]


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