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17 junio 2003

Una noche parisina de libros y política internacional

Miguel Rodríguez Liñán

 

Hoy 18 de abril a las 9 y 45 de la madrugada me llamó Edgar Montiel de la Unesco. Me recuerda que esta noche presenta su libro de política internacional titulado Hacia una mundialización humanista; habrá personalidades, como el embajador Javier Pérez de Cuéllar, quien será uno de los comentadores. Mencionó a profesionales del mundo político, económico y diplomático... personas relacionadas con la política. Medio aturdido por los martillazos matinales de los obreros, que me despiertan a las ocho de la madrugada, y después de una noche en blanco en la que a Dios gracias algo pude escribir, tardé un poco en reaccionar. «He leído algunas de tus crónicas, son muy ágiles y divertidas; me gustaría que hicieras una sobre lo de esta noche», dijo. Yo dudé. Bien sabe Edgar que la sola mención de la palabra política, tan espinosa como la palabra trabajo, me da urticaria; pero como es un amigo a quien algún vaso comunicante, misterioso alambique o pozo artesiano, une a la literatura y al arte, acepté.

Lo conocí en el estudio de Homero Alcalde, estudio que heredé y donde actualmente resido. Fue pocos días después del recital que dimos en «La Guillotina», el año pasado, cuando vino Róger Santiváñez, cuando nos reunimos Homero, Jorge Nájar, José Alberto Velarde, Elqui Burgos, Santiváñez, Charlie y yo, en torno a un ají de gallina correctamente rociado de buen Burdeos. Montiel llegó tarde —creo que fue un viernes— con un champagne brut para el postre. Cuento esta anécdota como algo paralelo a lo que hoy ocurre, a lo que he aceptado con gusto, porque si no hubiera conocido a Montiel en ese contexto, rodeado de tanto poeta, puesto que Edgar es más bien un tecnócrata a quien le place codearse con poetas y pintores, creo que no hubiese aceptado escribir esta crónica. Siempre me fascinó esa ciencia verbal, emparentada seguramente con la arqueología, llamada etimología. El análisis de una palabra, su fisonomía, su historia, me provocan ensueños. O, como diría Louis Lambert: ¡Qué hermoso libro podría escribirse contando la vida y las aventuras de una palabra! Pero esta mañana, lo primero que hice, fue ir corriendo a consultar el diccionario: no vaya a ser que, como siempre, espídico y atolondrado, diga (escriba) barrabasadas.

Política.- Del latín politicus, derivado del griego politikós, adjetivo polítes, ciudadano, sustantivo Pólit, que quiere decir ciudad... pero ¡Maldita sea! ¡Es la misma raíz de la detestable palabra policía! Este resbaladizo morfema viene del indoeuropeo, del sánscrito. Aristóteles habla de una forma de gobierno constitucional que, precisamente, se llamará, señores Arcontes, politeía... en latín tardío (eso dice el diccionario, yo no sé qué quieren decir a estas alturas del siglo XXI), politeía, en Italia, gracias a la economía del lenguaje, se convirtió en politia... en polizia.

Otra palabra interesante y digna de análisis es la palabra idiota, sinónimo de ignorante. El lenguaje será siempre perverso, y las palabras siempre serán travestis, o no serán. En verdad, idiota, etimológicamente hablando, es una palabra hermosa. Un idiota es un inocente que no quiere saber de empleo alguno, que es incapaz de aprenderlo en consecuencia. Motivo por el cual la sociedad le dice que no tiene un ápice de inteligencia utilitaria y le pone una etiqueta para encasillarlo. Pero lo más curioso de estas fantasmagorías seudolingüísticas y falsamente eruditas, es que la palabra idiota está intrínsecamente ligada a la palabra idioma, así como la idolatría al idilio. Idiota es el ciudadano indigno de tal nombre, y que en consecuencia ha sido excluido de la polis, de la ciudad griega ideal donde los Arcontes corruptos, es decir humanos, planean la ejecución de ese perverso llamado Sócrates. Idiotez: retraso grave en el desarrollo mental. Y todo esto mucho tiene que ver con la palabra idioma. El poeta y ensayista Alain Borer, autor de un libro sobre Rimbaud, toca el tema: hay el politikós y el idiotikós; el primero forma parte de la aristotélica y ordenada estructura de la ciudad; el segundo está fuera de la ciudad, porque no entiende nada... porque nada quiere entender.

Llegué atrasado a la Maison de l'Amérique Latine, boulevard Saint Germain, porque un idiotikós se había querido suicidar tirándose de cabeza, vestido muy chic y con cartapacio de finísimo cuero, a los carriles del metro. En París, miles de personas, politikós e idiotikós, quieren suicidarse a cada rato. Hice el cambio en Montparnasse-Bienvenue y salí por la boca estival en abril del metro de la rue du Bac. Veo mujeres bellas a diestra y siniestra, porque París es París y siempre será París y sin aguacero, sin el menor esplín, y batallando a espada limpia contra el dragón de la angustia financiera. Hoy hace mucho calor —por eso las mujeres andan medio locas, medio desvestidas, asequibles—, es un clima increíble para el mes de abril. En el auditorio de la Maison de l'Amérique Latine, dos jóvenes leían o citaban; una chica española y un joven mexicano, estudiantes de diplomacia, y relacionados con la Unesco. Luego, un representante de la Embajada del Perú dijo que don Javier Pérez de Cuéllar había tenido que, urgentemente, viajar al Perú esta mañana. Soy el portavoz, dice. Leo el mensaje del Embajador; pero antes hablaron los muchachos. «La interculturalidad, condición de la ética democrática, identidad social, rezago de la herencia colonial, por medio de la construcción permanente, ya no por armonización del conflicto etc.» «La diversidad cultural, patrimonio común de la humanidad...» Un segundito: «La diversidad se manifiesta en la originalidad y naturalidad de las diversidades que caracterizan los grupos y las sociedades que componen la humanidad...», «fuente de intercambio, de innovación y de creatividad...». Todo lo dicho por el joven mexicano me recordó el binomio antípoda politikos / idiotikos, siendo yo este último, por supuesto, y definitivamente inepto para acceder a lo otro, que debe ser terreno de luzbeles encorbatados; los luzbeles del lado de acá, operamos con ropa sport. Luego, el portavoz de don Javier, vestido con terno gris plata, leyó el mensaje de éste. Mientras tanto Edgar agradece a la concurrencia, habla en francés por prurito diplomático y respeto a los franceses asistentes. Explica y hace un resume global de su obra. Amenaza con un debate. Repite que don Javier ha debido urgentemente viajar al Perú, esta mañana, pero que ha tenido la gentileza de dejarnos esto por escrito, le cedo la palabra al señor representante de la Embajada del Perú en París. El portador del mensaje dice que Pérez de Cuéllar no ha querido estar ausente, dice que Hacia una mundialización humanistaes una obra de actualidad, de alguna manera una obra colectiva, de la reflexión y el punto de vista latinoamericano al respecto. Ya Ernesto Sábato y Eduardo Galeano han tratado el asunto. «Estimados amigos: los amantes del lenguaje escrito solemos guardar en la memoria una convicción no exenta de nostalgia, una vieja conseja popular referida al discurso oral; aquella que afirmaba con fatalista escepticismo que a las palabras, como a las promesas, se las lleva el viento. Pues bien; uno de los muchos méritos del libro Hacia una mundialización humanista, que tenemos hoy el placer de presentar, sea tal vez el de rescatar, a través del duradero, grato e irremplazable soporte del libro, un conjunto amplio y variado de reflexiones, cuya riqueza guarda una loable consecuencia con la importancia crucial del tema que tales reflexiones abordan: el de la necesidad de preservar y consolidar la diversidad cultural frente a los riesgos que comporta el proceso de mundialización en el que estamos inmersos...» Don Javier hablaba por interpósita persona, pero el tono y el tenor, resonaban en la sala. Edgar volvió a incidir, por ejemplo, en lo que don Javier llama el factor creativo. La diversidad que se podría utilizar. Sumerios y acadios. El mercado fue creado hace miles de años, en la China. Cifras, estadísticas, globalización. El caso de Argentina. Actualmente, cinco mil lenguas se hablan en el planeta; pero dentro de poco sólo mil... (Buscar la etimología de la palabra especulación, que algo tiene que ver con los espejos). Las ventanas están abiertas de par en par, parece que es una tarde de verano y que los gorriones están en vías de desaparición. Cacao, política, el barroco, los ministros, Diderot y Voltaire. Empieza el debate. Una señora francesa habla muy extensamente de economía, de ecología, de la homogenización de no sé que, cuando entra por la ventana el viento de abril, las fresas de abril, el olor de las mujeres de abril. Interviene un joven antropólogo colombiano, que habla con acento argentino, sureño en todo caso, que trabaja con indígenas del Chaco. Van a traducir la obra famosa de Saint-Exupéry, el Principito, a un dialecto del Chaco. Interviene una francesa que habla de agua, de gas, de privatización y de sector privado. Edgar le pregunta al traductor e hispanista Julián Garavito si desea intervenir, y Julián se abstiene: nada de especial tiene que decir. «La introducción del libro que presentamos subraya algo que Ernest Cassirer evoca en su Antropología filosófica, cuando nos recuerda cómo sumerios y acadios, dos pueblos de origen diverso, que hablaban lenguajes sin ninguna relación entre sí, cuando se juntaron...» dice don Javier. Luego habla de Babilonia, del álgebra —que es la conjunción de números y letras— de una simbiosis creativa, de Mesopotamia, la patria de Gilgamesh y Enkidú, pienso yo. De Upnapishtim (el Noé mesopotámico del Diluvio Universal) e Ishtar, la diosa del sexo. Bueno, no sé si eran sumerios o mesopotámicos. Pero don Javier es muy afecto a Babilonia, a Mesopotamia, y a la simbiosis creativa, con toda certeza se trata de su manera de desaprobar la guerra en Irak. Toma la palabra un francés que ha estado en una gran universidad mexicana, y que habla muy bien nuestro idioma. México sería un paraíso universitario, con becas, tacos, fritangas y subsidios. Pensé en Koïchiro Matsuura, director general de la Unesco, quien es el autor sagaz y presentador del libro de Montiel, muy preocupado por el tema de la privatización... el compatriota que interviene le dice que eso no existe en nuestros países, salvo para cierto sector y por intereses muy particulares; dice también que la globalización ha sido, al final de cuentas, perjudicial para América Latina. En todos los sectores. Todo ha subido de precio. Interviene una argentina que insiste en el aspecto artístico, y en la importancia de promover las actividades culturales a diestra y siniestra. Lo que me llama la atención es que los que intervienen no preguntan, sólo explican, disertan y constatan. Al final, Edgar retoma la palabra y dice que estas opiniones tan diversas, tan contrastadas, son interesantes; luego habla de la ciencia, de la economía de mercado, y del aspecto ético-moral de las instituciones benévolas. Hace un resumen comentando algunos puntos neurálgicos. Concluye. Y después pasamos a los elegantes salones: hay vino y empanadas; tres tipos de empanada: con relleno de queso, de atún, de carne molida. El magnífico jardín de la Maison de l'Amérique Latine es inaccesible, no se puede entrar, esto es pecado; yo quería salir copa de vino en mano a pasear bajo la sombra de los árboles, para respirar el aire de abril, el vino y las fresas de abril. Patrick Rosas de la RFI (Radio France International) tiene una teoría, que me parece divertida a pesar de que no estoy de acuerdo, sobre la inexistencia del Perú... como entidad platónica, supongo. Me parece que es amor al revés, pero amor a final de cuentas. Algo hablamos de la famosa novela de Juan Goytisolo, Reivindicación del Conde don Julián, donde el protagonista se la pasa insultando a España, libro que al cabo de cierto escándalo y polémica, fue declarado texto obligatorio en los colegios de la península... Formamos un grupo ameno y muy risueño con los antropólogos argentinos, Julián Garavito, Patrick Rosas, Jorge Nájar y esposa, con Edgar Montiel, Rosy y una que otra admiradora que revolotea. Esto es inevitable, gracias a Dios ya me ha pasado lo mismo. Y yo queriendo salir al jardín. Pero ¿por qué no podemos disfrutar del jardín? El jardín es algo muy importante. El jardín es el terreno sacro de los enanos y los duendes del alma. Los enanos y los duendes existen. Y el jardín es tan importante como la mar. Es el terreno de los sátiros y las ninfas del alma, que también existen. Muerdo una empanada y sorbo el vino santo esta tarde digna de amor y fresas. Precisamente, ahora estamos frente al dios del vino en la esquina de la rue du Bac. Y, no sé por qué, de nuevo pienso en las fresas. En las fresas y en la tarde de abril. En el polvillo dorado que revolotea en la luz de abril, aquel día, aquella noche, en París sin aguacero.

Leí el libro de Montiel. Todo lo que dice nos concierne, en tanto que latinoamericanos. Él es el director del volumen, el que convocó a todos los autores que se congregan en torno a éste, y tal trabajo implica un detenido análisis. Contribuyeron Ernesto Sábato*, Eduardo Galeano y Francisco Welfort. El capítulo dos trata de economía, con análisis de Aldo Ferrer, Atilio Borón y Claudio Rama. El tercero, de cómo preservar la diversidad cultural y lingüística (Bernard Cassen, Bartomeu Meliá, Edwin R. Harvey). El cuarto, del impacto de las nuevas tecnologías en la cultura (Carlos Juan Moneta, François de Bernard, Patricio Dobrée y Edgar Montiel). En el quinto interviene el escritor uruguayo Fernando Ainsa. En el sexto, se habla de neoliberalismo y educación en el contexto de la globalización. Y en el séptimo, basándose en la cultura y la política enfocada desde el Sur, para concluir, señoras y señores, después les paso el anexo.

* * *

*   A cada hora el poder del mundo se concentra y se globaliza. Veinte o treinta empresas, como un salvaje animal totalitario, lo tienen en sus garras. Continentes en la miseria junto a altos niveles tecnológicos, posibilidades de vida asombrosas a la par de millones de hombres desocupados, sin hogar, sin asistencia médica, sin educación. La masificación ha hecho estragos, ya es difícil encontrar originalidad en las personas y un idéntico proceso se cumple en los pueblos, es la llamada globalización. ¡Qué horror! ¿Acaso no comprendemos que la pérdida de los rasgos nos va haciendo aptos para la clonación?
(Palabras de Ernesto Sábato en el Fórum Internacional convocado por la Unesco, en Asunción, Paraguay)

 

París, 30 de abril del 2003


© 2003, Miguel Rodríguez Liñán
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Para citar este documento:
Rodríguez Liñán, Miguel: «Una noche parisina de libros y política internacional», en Ciberayllu [en línea]


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