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31 julio 2006

Los turbulentos y furibundos años 80
(de Róger Santiváñez)

Liliana Bringas de Ávila

«Ser poeta es estar parcialmente fuera de la realidad y al mismo tiempo consciente de lo exterior e interior, como puente, es un ser muy sensible. La vida del poeta consiste en construir belleza con palabras, tienes que sacrificar muchas cosas… y yo lo hice.»
Róger Santiváñez

 

Foto de Liliana BringasRóger San-tiváñez —como solía firmar— sonríe, abrazando la pila de libros que sus admiradores le entregaron, se recuesta en la pared y ante él desfila un grupo de gente para felicitarlo por haber obtenido el premio de poesía José María Eguren, con su libro Eucaristía, que otorga el Consulado Peruano en Nueva York. Casi no se puede hablar con el poeta.

Fue miembro fundador de Kloaka (1982-84), uno de los movimientos literarios de la avanzada cultural limeña, surgido por los años 80  en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Los integrantes de Kloaka asumieron su encuentro con la política como experiencia en su creación poética y vivieron la vorágine de la violencia comprometidos con la crítica social; un buen ejemplo de ello fue su «Pronunciamiento» respecto a la masacre de 8 periodistas en Uchuraccay (Ayacucho, enero de 1983). Este movimiento literario tiene profundas raíces en los cambios sociales y culturales de esa década.

«Estudié en la universidad privada de Piura y allí escribí mi primer libro de poemas que obtuvo un primer lugar en los Juegos Florales. Se tituló «Entre el paraíso y el infierno’; tenía 17 años. Luego, en el siguiente verano —74—  decidí estudiar literatura en San Marcos y fui acogido por Hildebrando Pérez y Marco Martos quien tenía un grupo de colaboradores para la revista Hipócrita Lector.

Por ese entonces conocí a Armando Arteaga, poeta joven, quien me mostró lugares y señaló otros escritores que ya había leído en «Estos trece» de José Miguel Oviedo. Con Armando editamos una plaqueta: «La peca de la jirafa» y la revista «Auki». San Marcos era bacán y allí tuve una sensación de gran libertad».

 

Avanzada subterránea

Kloaka es calificado por los críticos como un grupo de poetas renovadores de la vanguardia literaria. Al respecto, el poeta Paolo de Lima escribió: «Lo delincuencial es visto por estos autores como un espacio de redención frente a la violencia estructural del sistema, percibida como igual o peor que la del delincuente».

Sin embargo, esos rasgos no eran exclusivos de este grupo, sino compartidos  por todo un sector de juventud insatisfecha y con alguna formación política, y Santiváñez da cuenta de ello:

«Conocí a los poetas jóvenes de la Universidad Católica, Edgar O’Hara, Guillermo Niño de Guzmán, Enrique Sánchez Hernani, Castillo y formamos un grupo «La Sagrada Familia», porque era la unión de San Marcos y la Católica, nos congregábamos en la plaza San Francisco. Pero, yo no me sentía cómodo en «La Sagrada Familia»; además caminaba con Dalmacia Ruiz Rosas y ella era militante de un grupo político, en ese entonces estaba en marcha la Asamblea Constituyente del 78  y todo eso generó cambios y controversias dentro del grupo, yo quería que fueran más radicales, sentía esa necesidad en mi vida y mi poesía y «La sagrada Familia» era un grupo de patas pitucos y, aunque  O’Hara era de izquierda, yo sentía que estaba mucho más a la izquierda que él. O’Hara se lo tomó como un ataque personal, Castillo y Kike Sánchez que lindaban más cerca de mi posición ideológica, se fueron con él.»

En esa eclosión nace «Kloaka», publicando manifiestos y representando happenings. Santiváñez  definió al grupo como «el más brillante cometa que atravesó volando el cielo de la poesía peruana»

«Un día —rememora Róger—  me encontré con Mariela Dreyfus y conversamos toda una tarde, fue cuando decidimos formar Kloaka, le pasamos la voz a Guillermo Gutiérrez Lima y Edián Novoa. Nos reuníamos en mi casa y hacíamos psicoanálisis colectivo, exteriorizábamos nuestra infancia y adolescencia, esto generó una fuerte integración en el grupo; corría el año ‘82.

«Queríamos hacer una nota con todas las artes y conocimos a Enrique Polanco quien se aunó con la pintura, recuerdo que un músico de la calle: Kilowatt —que en paz descanse— tenía un grupo La Kola rock y había compuesto una canción titulada: ‘Johnny Huancayo’ que era una versión de Chuck Berry. Kilowatt la adaptó narrando la historia de un muchacho decepcionado de la realidad.»

 

Camino al parnaso

El poeta y crítico José Antonio Mazzotti, quien también estuvo ligado al grupo, escribió luego: «El activismo de ‘Kloaka’ no conducía a ningún fin social consciente. A pesar de su adhesión nominal al socialismo en abstracto y a la liberación de los sentidos mediante la experimentación sexual y las drogas, el acento de su grito y de sus agresiones se ponía en el malestar social e histórico antes que en la ilusión política. ‘Kloaka’ pasó de una efervescencia intensa por la Revolución sin apellidos al desencanto anarcoide en poco menos de unos meses»

«Ahí aparece Domingo de Ramos,—continua Róger—.  Yo lo había visto en reuniones cuando los estudiantes de secundaria apoyaron la huelga de profesores (SUTEP); él deambulaba en uniforme escolar. Después de unos años, Mariela Dreyfus me habla de un alumno y ese era  Domingo. Justamente en Kloaka, nosotros  buscábamos alguien proveniente de barrios marginales y él llegaba de los conos, era la voz de los marginados.»

Ya se escuchaban rumores sobre la existencia de Sendero Luminoso (grupo insurgente armado de izquierda radical), comenzaron los apagones y los escándalos del narcotráfico, «la gente se moría de hambre —agrega Róger—; me acuerdo de las tragedias que se publicaban en los medios y digo: esta sociedad es una mierda, es una kloaka».

Domingo de Ramos escribió: «Por la noche salgo. En el día huelo a gases lacrimógenos,/ la multitud me absorbe en sus paltas».

Róger Santiváñez, quien antes de formar «Kloaka» integró, en su segunda fase, el grupo poético «Hora Zero», comenta que con ellos conoció la ‘onda callejera’: «yo era muy académico, muy universitario, entonces vislumbro que había una nueva situación para la poesía».

En el 84 Róger  publica Homenaje para iniciados, y en el 88 El chico que se declaraba con la mirada. Después trabajó en la revista Oiga, así como en los diarios Página Libre, Expreso, y Tercera de La Crónica; colaboró también en Caretas y en El Comercio.

En los años 1989 y 1990 publicó junto a otros poetas El comité Quilca, y en 1991 su poemario Symbol.

«Hacíamos actividades con Piero Bustos en el bulevar Quilca, en la calle, y leíamos poemas intercalando con grupos de rock; en el 89 presentamos en los altos del cine Le Paris «Tanatos go  home.»

Luego, en el 93,  vendría  Quilca Blues  con Carlos Jallo.

En ese tiempo, Róger sobrevivía  colaborando en el diario El Peruano y en revistas; sin embargo, no dejaba de crear: el 95  sale Cor Cordium; en el 98, colabora en la exitosa revista de arte y literatura Cronopia y publica su novela corta Santísima Trinidad, libro que recoge fragmentos de historias de adolescencia.

 

De Quilca a Temple

Pero llega un momento en que esa vida bohemia lo satura y, con su grado de bachiller en literatura, postula a algunas universidades de los EE.UU., obteniendo una beca para la Universidad de Temple, en Filadelfia, donde hizo una maestría en literatura latinoamericana contemporánea.

«La época terrible de mi vida fue en Quilca, -prosigue Róger-. Si te pones fuera de la realidad, ésta te golpea fuerte; por eso, cuando decidí cambiar de vida, ya no podía regresar, tenía que salir de Perú. Sufrí mucho, vivía en una marginalidad terrible, me puse en una situación muy extrema,  pude haber muerto, pero me dije: para seguir escribiendo y seguir viviendo tengo que irme. Siempre me consideré un poeta, eso lo entendí desde que escribí mi primer poema, primero que nada soy un poeta.»

Entonces fue cuando su amigo José A. Mazzotti, quien era profesor en la universidad de Harvard, y testigo de innumerables avatares en la vida de Róger Santiváñez, redactó una carta de recomendación para la universidad de Temple: «Me pidieron una conferencia sobre la poesía de vanguardia en el Perú, la expuse y los encandilé».

Róger Santiváñez llegó a Filadelfia en el 2001; ahora es profesor de Lengua Española y de Cultura Latinoamericana. Esta terminando su tesis doctoral  (Ph.D.) sobre Enrique Lihn, poeta chileno de la generación del 50 (véase un avance recientemente publicado), además tiene listo otro nuevo libro de poesía, titulado AMASTRIS. Se casó con Kathy Kangas, a quien conoció en una clase de Realismo Español Decimonónico y «desde allí el amor surgió entre nosotros como una dalia bordada en la pretina».

A modo de reflexión, concluye: «Honestamente no extraño la locura de Quilca, esa etapa quedó  totalmente satisfecha, es como un período terminado, lo de hoy es una época de estudio y trabajo. Ser un poeta en la sociedad norteamericana significa ser leído en los círculos académicos de los Departamentos de Español en las Universidades que están rebosantes de jóvenes latinos y participar en actividades culturales latinoamericanas que hay muchas en Estados Unidos».

 

En el 2002, Róger Santiváñez publicó en Ciberayllu una selección de tres poemas que aparecerían luego incluidos en su libro Eucaristía.

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© 2006, Liliana Bringas de Ávila
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Para citar este documento:
Bringas de Ávila, Liliana: «Los turbulentos y furibundos años 80 (de Róger Santiváñez)», en Ciberayllu [en línea]


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