A la portada de Ciberayllu

16 enero 2004

Manuel Zapata Olivella y Gabriel García Márquez

Edward Waters Hood

«Era Manuel Zapata Olivella, habitante empedernido de la calle de la Mala Crianza, donde viviera la familia de los abuelos de sus tatarabuelos africanos. Nos habíamos visto en Bogotá, en medio del fragor del 9 de abril, y nuestro primer asombro en Cartagena fue reencontrarnos vivos. Manuel, además de médico de caridad era novelista, activista político y promotor de la música caribe, pero su vocación más dominante era tratar de resolverle los problemas a todo el mundo.»
Gabriel García Márquez, Vivir para contarla1

En 1986, cuando apenas había comenzado mi tesis doctoral sobre la obra narrativa de Gabriel García Márquez,2 viajé a Colombia para conocer de primera mano la tierra que había dado a luz a mi autor y su obra. Gracias a una beca de la Universidad de California-Irvine, pude pasar dos meses en el país, entre Bogotá, Cali, Cartagena, Barranquilla y, por supuesto, Aracataca. En Bogotá tuve la oportunidad de conversar con Manuel Zapata Olivella, quien generosamente me invitó a su casa para hablar de su trabajo literario y el de García Márquez.

Nacido en Lorica, en 1920, Manuel Zapata Olivella es una figura importante de la literatura colombiana contemporánea. Completó estudios de medicina en la Universidad Nacional y se ha dedicado a la literatura y la investigación cultural. Entre sus obras literarias más importantes figuran En Chimá nace un santo (1964), Chambacú, corral de negros (1963) y Changó el gran putas (1983). También se ha destacado como etnógrafo, con estudios sobre todos los aspectos de la cultura afrocolombiana.

Diecisiete años después de mi viaje a Colombia, al leer Vivir para contarla, el primer tomo de las memorias del cataquero, me di cuenta del papel importante que había tenido Zapata Olivella en la vida del premio Nóbel. Esto me motivó a volver a la entrevista grabada para ver qué había dicho Zapata Olivella en ese momento sobre su propia obra y la de García Márquez. En la entrevista, Zapata Olivella habla de la cultura única de la Costa Atlántica de Colombia. También habla de su vida y la de Gabriel García Márquez: dos escritores que, según él, representan dos aspectos de la literatura contemporánea. La trascripción de nuestra conversación sigue a continuación.

Edward Waters Hood: ¿Tienen su propio idioma los costeños?

Manuel Zapata Olivella: Creo que lo más importante del aporte de los nativos del litoral Atlántico no se ha estudiado; son las connotaciones que el nativo le ha dado al castellano. No es necesario tener vocablos nuevos, en la costa les dan unas connotaciones nuevas, especiales, a las palabras. En ese sentido, el aporte que han hecho los caribeños en general al castellano es tal vez mucho más rico que en cualquier otra parte del continente. Fue aquí, en el Caribe, donde se produjo el choque entre Europa y las Américas. Entonces, el indio tenía que estarles dando connotaciones a las palabras que estaba aprendiendo del español. No solamente las que el español le decía sino las que él quería decirle al español a través de esas palabras que le enseñaron. Lo mismo sucedió con el negro. Y el mismo español también se vio en una encrucijada, porque necesitaba tratar de explicarles al indígena y al africano cuál era el sentido de sus propias palabras; pero a la par, con las pocas palabras que iba aprendiendo de los indígenas, tenía que entender lo que ellos le respondían. Todo esto es un proceso que históricamente se puede decir que tuvo un cuarto de siglo, de 1492 hasta 1519, cuando empieza ya la conquista en México. Hasta ese momento, el español fue una lengua que trataba de acomodarse en sus connotaciones, no en su forma lingüística ni su forma de escribir, porque la mayoría de los que intervinieron en este proceso eran analfabetos.

¿Está diciendo que hoy en día los costeños hablan su propio castellano que les cuesta entender a �los cachacos3?

¡Exacto! El cachaco entiende otra cosa. Y el costeño se aprovecha de eso para hablar un doble idioma. Es decir, si hay un cachaco y dos costeños, los costeños están entendiéndose en un sublenguaje en tanto que los dos están en una superestrata comunicándose el uno con el otro. O sea, pueden estarse entendiendo mensajes a través de los vocablos que están utilizando. Las palabras de la lengua tienen connotaciones que solamente los hablantes de una misma región conocen.

Entonces, al hablar con un costeño, ¿uno tiene que pensar como un costeño?

Sí. Pero, con el caso mío, es un poco peculiar. Aunque tengo casi cuarenta años de vivir acá en el interior, hay muchos vocablos nuevos. No es que me haya olvidado, sino que han creado nuevos constantemente porque es una lengua viva, no es una lengua estática. De todo esto, tal vez, lo importante es que la connotación en el habla popular de la costa es mucho más rica que los «vocablos» utilizados. Esto es algo que no es factible captar muchas veces en el lenguaje de García Márquez para las personas que no están en el ámbito costeño. Ellos entienden, a través del significado tradicional que tienen las palabras. Pero, dentro del conjunto del habla coloquial, esas palabras, frases e imágenes llevan otra connotación. Un caso sería la palabra «mamagallo». Todo el mundo ha querido identificarla como una manera de gastar bromas, otra manera de burlarse. Es algo mucho más profundo. Puede tener un significado sexual. Estas connotaciones, acepciones, son mucho más ricas que el significado tradicional de la palabra.

García Márquez desfamiliariza el lenguaje también, ¿no?

Sí, el caso es que García Márquez crea un lenguaje particular, pero es algo más. Es el caso del lector, frente al texto, que no conoce el contexto. Eso que pudiéramos considerar como una desfamiliarización del lenguaje, en el caso de García Márquez lo que pasa es que él crea un lenguaje peculiar. O sea, que él asume una postura que yo diría es una desfamiliarización del lenguaje pero con eso. Lo desfamiliariza dentro del contexto de donde lo saca, pero por estarlo utilizando él como un producto de su propia labor literaria, lo identifica particularmente con eso. Pero, eso es uno de los fenómenos típicos de la lingüística.

¿Cuáles serían las obras costeñas cuya lectura nos ayudaría a entender mejor los textos de García Márquez?

Yo no creo que Gabito sea un autor que haga trampas para esconder sus pensamientos en la literatura. Es un escritor muy preocupado porque su lectura sea universal. Es un escritor claro, no es un escritor confuso. Ahora bien, si es un escritor claro, el seguimiento que se haga de los antecedentes literarios en la novela costeña, en la novela colombiana, en la novela latinoamericana, son suficientes como para explicar el proceso evolutivo en la obra de García Márquez. ¿De dónde comienza él dentro de lo que se llama la nueva narrativa latinoamericana? Definitivamente él se ha preocupado por crear un estilo personal: desfamiliariza el castellano con su manera de ser. Desde luego hay una serie de novelas anteriores a García Márquez que podrían tenerse en cuenta como elementos de enriquecimiento en el estilo de García Márquez. Yo he sostenido la tesis de que García Márquez es un autor que, en lo que puede decirse la parte realista de su literatura, no la parte mágica, tiene que ver mucho con el estilo de don Tomás Carrasquilla. Para nosotros, don Tomás Carrasquilla es un escritor muy importante, no solamente porque escribe bonito —como dicen los críticos—, sino porque nos dio camino de cómo utilizar esos vocablos de la tradición popular, esos conceptos de la tradición popular, y cómo llevarlos a la obra estética. En ese sentido creo que para ayudarte a comprender el estilo de García Márquez leer a don Tomás no es nada raro. Entre otras razones porque los límites culturales, la frontera cultural, entre la Antioquia mulata de don Tomás Carrasquilla y la Costa Atlántica no existe. Además, hubo aquí unos escritores que forzosamente tuvieron que haberle llamado la atención a García Márquez. Ahí está el antecedente de Eduardo Zalamea Borda y su libro Cuatro años a bordo de mí mismo, por haber tratado también el ámbito de la costa de la Guajira, son cosas que no pueden pasar inadvertidas en la formación de un joven escritor. Cuando ese joven escritor posteriormente adquiera ya un dominio personal, su propio estilo, que pudiera ser Cien años de soledad o El otoño del patriarca, algo de eso tiene que estar presente en su formación.

Yo tengo un concepto muy particular sobre las influencias: yo no creo en las influencias. Es decir, es un término que tiene una connotación muy peyorativa, en el sentido en que da a entender que una persona trata de imitar a los nuevos, etc. Creo que en la vida general del hombre, en cualquier parte del mundo, lo que hay es un permanente enriquecimiento a base de experiencias personales y a base de las experiencias de los demás. Así pasa con los niños; los niños no están imitando ni a los padres ni a las madres. Los niños están enriqueciendo, con su propia experiencia y lo que ven hacer el padre, la madre, el hermano y las personas que los rodean. Hay un proceso de enriquecimiento. Dentro de ese proceso de enriquecimiento, te voy a poner como ejemplo mi caso personal que puede generalizarse a otros escritores. En mi infancia, yo tuve un padre que era maestro de escuela, y la escuela la tuvo en la casa. Era un agente normalizador de la conducta, del pensamiento, etc., de carácter academicista, pero los que rodeaban a papá, en la calle, en el mercado, etc., estaban muy profundamente relacionados con la cultura tradicional de los analfabetos, en su gran mayoría gente analfabeta, y como gente analfabeta hacían otro uso del lenguaje y tenían otro concepto de la filosofía. Entonces, nosotros nadábamos en esas dos aguas, las aguas de la escuela y las aguas de la calle. Eso en la costa es universal; no hay la posibilidad de refugiarse en la biblioteca de la casa sin que uno se contamine, o enriquezca con la vida, los amigos, los vecinos, de la casa pública, del mercado, etc. Entonces, en la formación del individuo, siempre hay esa ambivalencia: la ambivalencia del conocimiento directo con un lenguaje vivo, un lenguaje popular, un lenguaje sin frenos, sin academia, y la influencia o enriquecimiento particular que uno recibe de la lectura. Ahora bien, de acuerdo con las circunstancias, esas lecturas le pueden ser más útiles o menos útiles a un escritor que a otro escritor. En el caso de García Márquez se ha señalado mucho la influencia de sus contertulianos de Barranquilla, el Grupo de Barranquilla, en su estilo y su visión del mundo. Creo que en García Márquez ese proceso fue más notorio que en otros escritores.

Gabito, igual que muchos, tuvo la oportunidad de hacer su bachillerato acá en el interior, una experiencia muy importante. Cuando llegó acá, estuvo internado. Eso quiere decir que tuvo más influjo dentro del contexto académico que otro joven de su misma edad hubiese podido tener en Cartagena, aun cuando en Cartagena ese joven hubiese estado asistiendo a una universidad. Porque allá en Cartagena esa persona tendría la oportunidad de tener todos los influjos que le dieran en la universidad, pero esa influencia sería inferior al contacto vivencial que iba a tener en la calle. Acá no.

Luego sale de ahí y no se va para la costa, se queda un tiempo aquí en Bogotá. Y las personas que uno frecuenta aquí en Bogotá, esto lo puedo decir yo porque he vivido cuarenta años aquí, no son personas de cultura popular, analfabetas, sino que generalmente son individuos del mismo contexto social: o son estudiantes o son profesionales o periodistas o médicos. Aquí va uno descubriendo ese otro mundo del habla y del comportamiento. Pero, en general, la conducta del costeño acá es más bien de estar enriqueciéndose con normas de conducta diferentes a las de su propio pueblo. Por eso cuando llegan a su pueblo, están deseosos de hablar con la gente porque han estado prácticamente aislados aquí. Pero después de eso Gabito volvió otra vez a la costa, volvió otra vez a Cartagena y Barranquilla. Así que él pudo, en su formación, tener permanentemente un conocimiento de un mundo culto, un mundo en el cual su vocación de escritor seguramente se abría a nuevos narradores y a nuevas corrientes literarias.

Ahora bien, estoy poniendo este ejemplo de Gabo simplemente para que tú veas como varían las circunstancias y que el proceso no es igual ni para el uno ni para el otro. El caso mío es muy peculiar. Yo llego a Bogotá de la Costa Atlántica. Hago unos estudios acá en la escuela de medicina y sigo en cierta forma la misma norma, recibo los mismos influjos que pudiera haber recibido García Márquez. El vino a hacer bachillerato y yo vine a hacer ya mi carrera. La universidad es más abierta que un internado; generalmente yo tuve una apertura de relaciones con el mundo científico mucho más intensa de la que pudo haber tenido Gabo en su medio de bachillerato. Yo andaba más preocupado por las nuevas corrientes filosóficas, las nuevas corrientes socialistas, por la ideología y la política. Entonces, creo que fui un poco indiferente ante las nuevas cosas que estaban apareciendo en la literatura. No creo que Gabito hubiese estado alguna vez en una huelga de estudiantes. En cambio, en los años de estudio, en los años cuarenta, yo estuve aquí dentro de mi carrera de medicina con estas preocupaciones. Mi hermana estudiaba bellas artes, estaba estudiando arquitectura y yo frecuentaba la escuela de bellas artes y era amigo de los pintores. Los pintores eran más tendenciosos, con la sociología, con los problemas sociales y políticas, que los poetas y escritores.

Pero, en 1943, yo empecé a ver la medicina como una ciencia al servicio de la burguesía, no al servicio de los pobres que no tenían el dinero para pagar al médico. Eso me creó una serie de conflictos sociales y políticas, y me salí de la facultad de medicina. Entre otras cosas, muy influido por Jack London y otros escritores vagabundos, y me fui a pie por Centroamérica. Estuve cuatro años a pie, viviendo la vida hippie, el primero de este continente. En el año cuarenta y tres nadie pensaba en ser hippie. Yo era un hippie, un tipo raro con mi barba. Y así, en esas condiciones llegué a los Estados Unidos, después de haber vivido dos o tres años en México. Y recorrí a todo Estados Unidos como un hippie. Sin embargo, regreso otra vez a Colombia y termino los estudios de medicina. Son dos años más de militancia política, de actividades sociales, etc. Yo diría que, a partir de ese regreso, es cuando yo empiezo a escribir. Mi primera novela es del año cuarenta y siete, Tierra mojada. Entonces me preocupa la literatura, pero no la literatura como fenómeno literario sino como elemento de denuncia, y eso es lo que aparece en todas mis novelas. Entonces, en cuanto al costeño, comparando nuestros casos no creo que haya una norma.

¿Cuál es tu estética?

Tengo una posición muy particular y muy clara sobre la literatura. En mi propia literatura me preocupa mucho más el problema social que el problema del estilo. En el caso de García Márquez es al revés; tiene más preocupación por el problema del estilo que el problema social. No es su preocupación.

* * *


Notas

1 Gabriel García Márquez. Vivir para contarla. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2002: 279.

2 Edward Waters Hood.� La ficción de Gabriel García Márquez: repetición e intertextualidad.� New York: Peter Lang, 1993.

3Cachacos: como llaman los costeños de Colombia a los del interior, en especial de Bogotá.

 


© 2003, Edward Waters Hood
Escriba al autor: Edward.Hood@NAU.EDU
Comente en la Plaza de Ciberayllu.
Escriba a la redacción de Ciberayllu

Más crónicas en Ciberayllu.


Para citar este documento:
Hood, Edward Waters: «Manuel Zapata Olivella y Gabriel García Márquez», en Ciberayllu [en línea]


466/040116