Germán Vargas sobre Gabriel García Márquez

[Ciberayllu]

Edward Waters Hood

 

En el mes de julio de 1986, tuve la oportunidad de conversar un poco con el periodista colombiano Germán Vargas (1919-1991) en Barranquilla. Yo había pasado dos semanas en Aracataca, el pueblo natal de Gabriel García Márquez, familiarizándome con el referente de muchas de las obras del premio Nobel. Dejé olvidada la grabación de la entrevista hasta hace poco cuando ofrecí un curso sobre la obra narrativa del colombiano. Después de escuchar la grabación de nuestra plática, se me ocurrió que serían de interés las palabras de Germán Vargas, persona que conocemos los lectores de García Márquez a través de su presencia como personaje en El coronel no tiene quien le escriba, donde es uno de los amigos sastres de Agustín —el hijo muerto del coronel y su esposa— y en Cien años de soledad, donde aparece como uno de los amigos de Aureliano que frecuentan la librería del sabio catalán. Al contrario de lo que se esperaría después de leer la frase arriba citada, García Márquez le da una existencia novelesca a su amigo no para burlarse de él sino para reconocer sus cualidades y para agradecerle su amistad. Para Germán debe haber sido un gran honor —y muy divertido— inmortalizarse como personaje en las obras maestras de su amigo. Aunque hay poco en esta breve entrevista que Germán y otros no hayan dicho en otros lugares, creo que es de interés y espero que sirva para recordar a Germán Vargas.

Edward Waters Hood: Parece que después de Cien años de soledad el estilo de Gabriel García Márquez cambia de novela en novela, ¿no?

Germán Vargas: Sí, es que a él le gusta experimentar, a pesar de que hay gente que dice que siempre escribe más o menos la misma novela. Eso no es cierto, cada novela es diferente porque él constantemente está haciendo experimentos. El es un trabajador impresionante. Desde muy joven —yo lo conocí cuando tenía unos 17 o 18 años— ya entonces tenía una disciplina de escribir a determinadas horas, y esa disciplina la conserva todavía. El escribe todos los días, de nueve de la mañana a dos de la tarde. A veces en todo ese tiempo no termina sino unas dos o tres páginas, otras veces escribe mucho más. Pero tiene la disciplina de estar encerrado en su estudio durante esas horas, de las nueve de la mañana a las dos de la tarde.

¿Es perfeccionista?

Le gusta que las cosas queden bien. Trabaja mucho en eso, aparte de que trabaja en toda esa labor previa de investigación antes de sentarse a escribir. Investigar bien para que no haya incongruencias —a menos que sean deliberadas— en el desarrollo de las novelas.

El dice que la única obligación del escritor es escribir bien, es la principal obligación del escritor. Tiene ese punto de vista, en el cual tiene toda la razón.

Escribir bien implica elecciones. Cuando él se sienta a escribir, ¿cuenta con la inspiración?

Creo que él es muy consciente en todo lo que escribe. El no cree mucho en la inspiración, dice que la inspiración es un cuento chino. Lo único cierto es el trabajo, y escribir es un trabajo como cualquier otro.

¿Qué opinas del estilo y el lenguaje en los textos de él?

El emplea muchas palabras del uso vulgar, digamos, de la región. Pero es una cosa muy deliberada, muy a sabiendas como cuando uno debe emplear una palabra que puede aparecer inclusive grosera. Porque eso de la grosería en la literatura no es nuevo. Muchos de los que hoy se consideran clásicos de la literatura la emplearon. Aunque García Márquez emplea vocablos o palabras fuertes, groseras o vulgares de uso común y corriente de la gente de la costa del caribe, él es hoy uno de los escritores que escribe el mejor castellano, no sólo en Colombia sino entre toda la gente del mundo que escribe en lengua castellana.

En realidad, hay pocos regionalismos en sus novelas.

Una que otra palabra, y tanto que él siempre se ha negado a poner un vocabulario al final de un libro que el lector corriente no entienda.

García Márquez ha dicho que escribe para que sus amigos lo quieran más.

Eso lo viene diciendo desde hace años. En realidad yo creo que él dice la verdad, a él le interesa mucho que lo lean, quiere ir ensanchando el número de sus lectores porque él dice que si el escritor no escribe para ser leído, entonces ¿para qué escribe? Si el escritor no escribe con el propósito de comunicar a los demás sus vivencias o imaginaciones o lo que sea, no tendría sentido publicar libros. Lo que pasa es que hay algunos autores —como García Márquez— que tienen más facilidad para comunicar a la gente; hay otros a quienes les cuesta más trabajo eso.

¿Puedes comentar las influencias literarias de García Márquez: Faulkner, Woolf, Hemingway?

Hay mucho de Faulkner en La hojarasca, y también de Virginia Woolf. Eso es muy posible porque quizás fue de los libros que él leyó con mucho interés y mucho entusiasmo, siendo muy joven: las novelas de Faulkner, las novelas de Woolf, mucho más que Hemingway. Yo no creo en la influencia de Hemingway en García Márquez. Quizás un poco en los diálogos en El coronel no tiene quien le escriba, quizás un poco en los cuentos porque siempre dijo —en lo cual estoy de acuerdo— que Hemingway es mucho mejor cuentista que novelista. Cuando yo conocí a García Márquez, allá por el año 1942, él no había leído todavía a Faulkner, ni a Virginia Woolf, ni tampoco a Hemingway ni a Dos Passos. Una vez él se enfermó en Sucre, un pueblo donde vivía su familia. Entonces, aquí, los amigos de él le hicimos un par de paquetes —él me envió una carta diciéndome que no tenía nada que leer en ese pueblo y que estaba enfermo, obligado a estar en la cama y no tenía nada que leer—. Entonces le hicimos dos paquetes grandes de libros que le enviamos por correo. Le mandamos Faulkner, Dos Passos, Virginia Woolf, Hemingway, pero de Hemingway no le mandamos sino cuentos. Creo que La hojarasca tiene bastante de Faulkner, especialmente de Mientras agonizo. Hay cosas muy parecidas, pero con mucha claridad; se ve que él escogió lo mejor de Faulkner, las partes claras de él —porque también las tiene— y no las partes oscuras. A él le gusta mucho esa novela.

La primera novela que él escribió —que la llamamos el mamotreto— era una cosa así de grande. Se llamaba La casa, un nombre faulkneriano. Pero él mismo reconoce que un día se dio cuenta de que era una novela que le quedaba grande para que fuera su primera novela, que era demasiado ambiciosa. Entonces, de ahí sacó La hojarasca. La historia estaba ahí en La casa, y ahí estaba el génesis de Cien años de soledad. Y de ahí sacó varios de los cuentos.

¿De dónde vienen los elementos mágicos en sus textos? Por ejemplo, el médico francés que come hierba, de ésa que comen los burros.

Hay mucho de cierto en todo eso. ¿No conoce que hay gente aquí que come tierra? Aquí en la costa es común, los niños comen mucha tierra, o raspan la pared y comen cal. Entonces, no es tan increíble que comiera hierba. Nuestra realidad es tan extraña que parece que fuera inventada. García Márquez se dio cuenta que aún utilizando cosas que parecieran increíbles, la gente terminaba por creerlas dentro del contexto de sus novelas. Por ejemplo, uno acepta perfectamente que Remedios la bella se elevó al cielo. No es un mito fantástico. El hace una distinción muy clara entre fantasía e imaginación: dice que él utiliza la imaginación, nunca la fantasía. El imagina cosas, y es cierto. La fantasía no puede ser realidad.

García Márquez es un autor que ha intentado representar toda la historia humana. ¿Con qué fin?

Con el fin de que haya alguien que la escriba, y ese alguien es él: para que esa historia no quede sin ser contada. Es la lucha contra el olvido, el rescate de la memoria, el rescate de la historia. García Márquez emplea un lenguaje completamente universal. En realidad, no son tan abundantes los regionalismos en sus libros.

Respecto a estilo literario, ¿qué evolución ves en la obra de García Márquez?

Indudablemente hay una evolución, partiendo de La hojarasca y de los primeros cuentos, pasando ya a El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora, luego ya Cien años de soledad. Ahí hay una evolución y unos cambios interesantes e importantes.

Antes de viajar a Colombia no tenía idea de lo que fue —y sigue siendo— la violencia que se vive aquí.

Está latente ahí en sus libros. Y pasa una cosa: en la costa casi no hubo violencia. García Márquez estudió en el interior del país, donde sí hubo violencia. García Márquez sufre mucho por el país, y aún sus intervenciones de tipo político han sido por ese interés más que por cualquier otra cosa.

¿Qué tipo de investigación hace García Márquez antes de escribir sus novelas?

A él le gusta hacer ese trabajo directamente. El de pronto me pide un libro sobre un tema determinado que necesita para ambientación de la novela; pero, que tenga un equipo de investigadores, no. Consulta mucho, pregunta mucho, a la gente, a los amigos. Y eso le sirve como documentación.

García Márquez es muy crítico de sus críticos. ¿Hay críticos que le caigan bien?

Bueno, él dice que nunca lee crítica. No creo que eso sea cierto. El tiene críticos que a él le gustan y otros que no le gustan; eso es perfectamente normal. Por ejemplo, creo que el estudio de Vargas Llosa es bastante serio, y a él le gusta.

© Edward Waters Hood, 1999, Edward.Hood@NAU.EDU
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