El expediente literario de Linda Berrón

Entrevista

[Ciberayllu]

Edward Waters Hood

 

Narradora y promotora de la literatura de Costa Rica, Linda Berrón ha publicado dos colecciones de cuentos —La última seducción (San José: Editorial Costa Rica, 1989) y La cigarra autista: relatos (San José: Editorial Universidad Estatal a Distancia, 1992); una novela —El expediente (Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, San José: Editorial Universitaria Centroamericana, 1989); y ha editado antologías de ensayos y cuentos —¿Feminismo en Costa Rica?: testimonios, reflexiones, ensayos�(San José: Editorial Mujeres, 1995) y Relatos de mujeres: antología de narradoras de Costa Rica (San José: Editorial Mujeres, 1993).�En esta entrevista, realizada por correo electrónico hace poco cuando la autora trabajaba en la embajada costarricense en Madrid, Linda Berrón presenta sus ideas sobre su trabajo literario, la literatura costarricense contemporánea y la recepción que tienen en la actualidad las obras de escritores latinoamericanos en España. ��


Linda, ¿cuándo empezaste a escribir? Y, ¿cuáles eran tus influencias literarias?

Linda Berrón: Empecé a escribir por ahí de los doce años. Debo decir que a esa edad yo ya era una lectora consumada. Desde los seis o siete años, además de jugar en la calle con mis amigas, mi actividad favorita era leer: cuentos de hadas, de príncipes y de animales; también leía comics, como Mortadelo y Filemón, Asterix y Obelix o Superman. Más tarde empezó la «buena» literatura, como los cuentos de Grimm, de Perrault o de Andersen. Me encantaban igualmente las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer y los textos líricos de Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y Rabindranath Tagore. Siempre aparecía una persona providencial —un primo mayor, una profesora de la escuela, una amiga, un vecino— que me regalaba algún libro de éstos, abriéndome así un poco más ese horizonte que comunica la realidad con la fantasía, que agranda el mundo. Desde luego, no era casi nunca mi madre, que más bien se quejaba de que leía demasiado, de que siempre estaba en la luna. No tuvo éxito, sino todo lo contrario. Al placer de la lectura misma, probablemente se añadía el placer de afirmarme a mí misma desobedeciendo.

Al llegar la adolescencia, nuevos autores alimentaron mi sensibilidad, autores a los que quería como debían de querer las otras adolescentes a sus ídolos musicales. Dostoievsky, Unamuno, Hesse, Carmen Laforet, eran personas reales y queridas para mí. Leía afanosamente y escribía diarios, cuentos, y a los catorce años, cuando acababa de morir mi papá, escribí una novela, «El ruego de una estrella», llena de una pura rabia adolescente. Seguí escribiendo a lo largo de los años, pero era una escritura para mí y en todo caso para los amigos muy queridos y de mucha confianza. Me pregunto si muchas veces no mostraba mis cuentos para que me conocieran mejor, para que me quiseran más. Algunos profesores y profesoras del colegio y de la universidad conocieron los textos y me animaron a seguir escribiendo. Pero a mí me seguía pareciendo que aquello pertenecía al terreno de lo muy íntimo y personal. Tuvieron que pasar muchos años, muchos cambios en mi vida para que llegara el momento de sacar todo eso a la luz. Fue después de nacer mi segunda hija, y a raíz de una de esas depresiones que nos suelen dar después de dar a luz, cuando una psicóloga, que conoció algunos textos que había escrito, me recomendó que más que ir a su consultorio, lo que tenía que hacer era ponerme a escribir. Así inicié mi carrera literaría en el taller de Carmen Naranjo. El primer cuento que me tocó escribir fue, nada menos, sobre una violación. Me costó mucho leerlo en público, se me secaba la boca, pero salí adelante. Carmen me dijo ese mismo día que tenía muy buen ritmo narrativo para el cuento. A su maestría le debo mucho.

¿Podrías dar un perfil del desarrollo de tu trabajo literario hasta el presente?

Muchos de los cuentos escritos en esa primera época «pública» los fui desechando, o corrigiendo. Después de varios años y de una selección exigente, en la que estaban también incluidos algunos cuentos de etapas anteriores que habían quedado archivados por ahí, quedaron finalmente dieciséis que envié a la Editoral Costa Rica bajo el título La última seducción. El jurado, compuesto por tres lectores, entre los que estaba el escritor Alberto Cañas, que dijo cosas muy elogiosas de la colección, aprobaron la publicación. Con todo y como suele pasar con las editoriales públicas, este libro permaneció cuatro años en la Editorial Costa Rica, esperando ser publicado. Finalmente salió a finales del año l989, aunque los cuentos incluidos en él corresponden, fundamentalmente, al período l983 a l986. De alguna manera, ahí terminó una etapa más.

Después empecé a escribir lo que inicialmente era un cuento sobre un don juan criollo, un conquistador que, al llegar a los cuarenta y ver cómo se le ha ido la vida y las numerosas conquistas, decide hacer en adelante un expediente de cada nueva mujer que conquiste, para que al menos quede un testimonio, algo para siempre. Ese cuento se convirtió, después de un año y medio de febril y alegre productividad, en una novela, El expediente, que fue publicada por EDUCA en l989. Salió al mismo tiempo que el otro libro, habiendo sido escrita, sin embargo, entre l987 y l988.

Paralelamente a esta novela, seguía escribiendo cuentos, pero de una manera más espaciada porque la novela absorbía toda mi atención. La nostalgia de los talleres literarios, donde se comparte y se aprende, me llevó a participar en el taller del filósofo y escritor Rafael Angel Herra, donde participé con un grupo de compañeras en una experiencia única y enormemente satisfactoria de creación colectiva. Entre diez, escribimos un magnífico cuento titulado «Los bastardos», que ganó una mención honorífica en un concurso de cuentos del SINART (Sistema Nacional de Radio y Televisión).

Seguí escribiendo cuentos, cada vez con mayor exigencia; me volví un tanto obsesiva del estilo, corrigiendo y puliendo hasta dejarlo descarnado. Como dice una crítica literaria y buena amiga, la Lic. Amalia Chaverrí, me debatía en «una búsqueda de la palabra justa, despojando el relato de lo innecesario y superfluo (...) una creación de símbolos e imágenes descarnados llenos de fuerza». Nuevamente llegó el momento de escarbar entre toda la producción y seleccionar, nuevamente, dieciséis cuentos, para formar la colección que titulé La cigarra autista. Mandé esta colección al Premio Internacional de Narrativa de Mujeres, en España, y ganó el premio. En Madrid, en la editorial Horas y Horas, salió publicada una selección en una antología titulada Todo va de cuentos. En Costa Rica, me llamaron de la editorial de la Universidad Estatal a Distancia para decirme que lo querían publicar. Así fue cómo La cigarra autista salió en la colección Vieja y nueva narrativa costarricense, con el número 9, el año 1992. Poco después, el jurado del periódico La Nación, me otorgó por este libro el Premio Ancora de Literatura l991-l992. También por esa época gané el Premio de cuento que otorga la Revista Nacional de Cultura, con el cuento titulado «Entre escritoras anda el juego». Por esa época, tomé la decisión que había venido madurando desde hacía tiempo de fundar la Editorial Mujeres, primera en Costa Rica y tercera en América Latina, destinada a publicar textos escritos por mujeres. Fue una tarea llena de alegrías y sinsabores, pero finalmente salió y tuvo mucho éxito. El primer título, que publiqué en 1993, se llamó Relatos de mujeres, e incluía 33 relatos de 24 escritoras costarricenses. Se encuentra en la sexta edición. Entre esos relatos se encontraba un cuento largo, casi novela corta, que escribí hacia 1989.

Este cuento, titulado «El esclavo sin dueño», recibió en 1991 el Premio Unico de Cuento de los Juegos Florales de México, Centroamérica y Panamá, que se entrega en la ciudad guatemalteca de Quetzaltenango. También está el cuento titulado «El pique», que quedó finalista en el Concurso de Cuentos Ana María Matute, en España. Está pronto a salir en una antología de escritoras latinoamericanas que se publicará en Francia en una colección llamada Voix des Femmes. Vale la pena mencionar que a lo largo de esta época también escribí numerosos artículos que fueron publicados en revistas y periódicos sobre temas muy diversos. Uno de esos artículos, sobre Olimpia de Gouges, una mujer que vivió durante la revolución francesa, que fue guillotinada por Robespierre y es considerada la primera feminista francesa, me dejó una especial fascinación por ese personaje. Seguí leyendo e investigando con la intención de escribir una novela histórica sobre un personaje que resultaba de gran actualidad por su lucha a favor de los derechos de las mujeres y de los más desfavorecidos de la sociedad. Sin embargo no quiso la novela salir a pesar de mis esfuerzos, hasta que un día empezó a tomar forma pero como obra de teatro. Y así fue como surgió Olimpia, publicado por la Editorial Mujeres en diciembre de 1998. En la misma fecha publiqué otra antología de relatos escritos por mujeres titulada Relatos del desamor. En esa colección aparece un cuento mío cuyo tema de fondo son las mafias que se dedican a la trata de blancas en Europa. Se titula «Corazón sin Caribe», que ha sido publicado en un suplemento cultural de Valencia y ha recibido muy buenas críticas.

Respecto a El expediente, ¿podrías discutir tu acercamiento bastante original al tema del don juan?

El Expediente, novela de Linda BerrónEl tema del don juan efectivamente está muy presente en la novela y fue desde luego el leitmotif de la misma. Sin embargo, fue mi acercamiento a la teoría feminista, las lecturas sobre estos temas, lo que de alguna manera aportó el impulso y el deseo de escribir. Quería explorar el encuentro-desencuentro amoroso de hombres y mujeres en nuestra época, una diferente manera de entender el amor, la relación sexual y el compromiso. Para ello traté de documentarme bastante sobre psicología masculina, especialmente el erotismo masculino. Aparte de lecturas tradicionales, también me acerqué a las revistas tipo Playboy, a las fotos y a los textos que a los hombres les gusta ver y leer. También conversé con amigos, traté de indagar sobre sus experiencias, la manera que tenían de contarlas. Asimismo y paralelamente, intenté indagar sobre el desconcierto que atrapa a mujeres y hombres ante el descubrimiento de sus diferencias a la hora de acercarse a las relaciones amorosas. Me cuidé bastante de no adoptar una postura dicotómica, parcial; me interesaba mostar las dos partes con la mayor objetividad posible, por eso el narrador cuenta la versión de los hechos desde ambas perspectivas, la del hombre y la de la mujer, como una cámara que siguiera a cada uno de ellos sin juzgarlos. Trabajé mucho el lenguaje para que apoyara esta decisión de neutralidad. La estructura se basa en un relato lineal que alterna las dos perspectivas y que trae a colación recuerdos del pasado.

El expediente también es una novela de mucho suspenso y humor. ¿Podrías comentar esos aspectos del texto y su función?

Con la división en capítulos, cada uno de los cuales termina con algún tipo de suspenso sobre lo que va a pasar, traté de crear expectativas en el lector, un interés que lo llevara a continuar la lectura hasta el final. El humor no lo busqué expresamente, fue saliendo sólo, tal vez por la actitud que como escritora tenía, de no involucrarme, de observar y contar, de alejarme del dramatismo. No cabe duda que también había un cierto gozo, como si me diera risa, haber descubierto y haber hecho público el juego de un don juan.

Muchos escritores centroamericanos elogian la narrativa costarricense actual. En tu opinión, ¿quiénes son los creadores importantes y cuáles son los textos más importantes?

Por lo general, los escritores tratan de zafarse de preguntas como ésta porque se trata de hablar de tus contemporáneos, algo demasiado cercano, donde se producen relaciones de amistad, y la objetividad, si es que eso existe alguna vez, se pierde. Por otra parte hay gente muy nueva que tal vez no conozco bien o no he podido aquilatar su obra. Partiendo de estas premisas y si tomamos la expresión «literatura actual» a la que se ha publicado a partir de los ochentas, se puede señalar un buen número de nombres y de obras. Como no se trata de ser exhaustiva (para eso están lo manuales y las historias de la literatura nacional), voy a mencionar aquellos títulos que más me han gustado; entre las novelas: Los peor (1995) de Fernando Contreras; Asalto al paraíso (1992) de Tatiana Lobo; El despertar de Lázaro (1994) de Julieta Pinto; Tertuliano y la legión de los superlimpios (1991) de Rodolfo Arias Formoso, Largo domingo cubano (1997) de Catalina Murillo y San Isidro (1980) de Alicia Miranda. En lo que se refiere a relatos, me gustaron: Ondina (1983) de Carmen Naranjo, Cuando murieron los topos (1990) de Fernando Durán Ayanegui. Considero muy buenos cuentistas a Myriam Bustos, Rodrigo Soto, Uriel Quesada, Silvia Kruse, Emilia Macaya y excelentes poetas a Virginia Grutter (que acaba de fallecer), Ana Istarú, Jorge Arturo, Mía Gallegos. Y en teatro, me ha interesado mucho Guillermo Arriaga.

¿Qué puedes decir de la recepción de la literatura centroamericana en España?

Lamento decir que hay poco interés en España por la literatura centroamericana. Algunos autores son incluidos en antologías de relatos o de poesía. En mi caso concreto me han publicado en algunos periódicos regionales de Valencia y Andalucía y en una antología de una editorial cordobesa. Mis libros, así como los de la Editorial Mujeres, se venden en una sola librería, la Librería Mujeres, muy bien ubicada en el centro de Madrid. Es un caso muy especial porque por lo general no se venden libros latinoamericanos en las librerías españolas; los autores latinoamericanos que se leen aquí tienen que estar publicados en editoriales españolas.

He asistido a una sola presentación de una novela de un autor centromericano, del salvadoreño Horacio Castellanos, y a un recital de Gioconda Belli. En general, la industria editorial española, monopolizada por unos cuantos consorcios, apuesta por valores seguros, que cuentan ya con un prestigio. La nueva generación de escritores, el baby boom latinoamericano, como lo describió un profesor español, despierta un interés muy incipiente, y se habla casi siempre de autores mexicanos, cubanos y argentinos. Hay algunos esfuerzos dignos de mencionar, como el Salón Internacional del Libro Iberoamericano en Gijón, donde se expone la producción de editoriales latinoamericanas, incluidas las centroamericanas. Yo estuve presente con Editorial Mujeres, que atrajo mucho la atención por sus características entre varios libreros y traductores provenientes de otros países de Europa. De hecho se vendieron todos los libros.

�El ambiente literario aquí es bastante exclusivo, que viene de exclusión, y por qué no decirlo, también bastante frívolo y superficial. Los premios han perdido casi toda su credibilidad y da la impresión de que todo es un gran mercado. Se publican cientos de libros que pasan inadvertidos y sólo algunos duran un breve tiempo en la mesa de novedades de las librerías. Por regla general, las novelas que he leído, salvo muy honrosas excepciones, me parecen demasiado livianas, ese tipo de textos que se olvida pronto. Algunos de los autores que más me han gustado son Javier Marías, Luis Landero, Rosa Montero, Laura Freixas, en algún caso Antonio Gala, Manuel Vázquez Montalbán. La última novela que leí que me gustó, fue Sangre ajena, de Manuel de Lope. También me sigue gustanto Ana María Matute.

Esta experiencia en España me ha permitido confirmar que la globalizacón también alcanza a la literatura y que también, en este caso, la gran mayoría está excluida. Tengo la impresión de que Centroamérica no tiene ningún peso, excepto cuando se mencionan desastres naturales, violencia política o pobreza.

¿Qué estás escribiendo en la actualidad?

En cuanto a mis proyectos futuros, puedo decirte que en los dos últimos años, he estado totalmente volcada en mi trabajo, tratando, entre otras muchas cosas, de promover a los artistas costarricenses en España: escritores, músicos, teatreros, bailarines y artistas plásticos. No he tenido tiempo de escribir, algo que lamento pero que espero retomar pronto. Tengo una novela histórica, que se desarrolla a principios del siglo XX en Costa Rica, pendiente desde hace bastante tiempo. Lo primero que haga será revisar las cien páginas que ya tengo. Respecto a la Editorial Mujeres, espero poder darle una proyección más regional incluyendo autoras centroamericanas.

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Comentario privado al autor: © Edward Waters Hood, 2001, Edward.Hood@NAU.EDU,
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