Mensaje del kuraka

Primero de enero del 2006

[Ciberayllu]
Índice de secciones Mensaje del kuraka editor Sección dedicada a José María Arguedas Historia, filosofía, economía, política, sociología, literatura... Creación y crítica literaria Opiniones y coyuntura Crónicas y entrevistas Notas sobre cultura latinoamericana Recensiones sobre libros y discos Fotografías  y un poco de música Correo de los lectores Sobre nuestra publicación Instrucciones para quienes quieran colaborar Sobre los autores Sobre el origen del nombre de esta publicación Todo Ciberayllu en una página Foros para los lectores

El año 2006 trae a este editor una expectativa entre exaltada y esperanzada, pues pocas dudas caben de que sucederán cambios muy importantes en Bolivia y el Perú, dos países históricamente «difíciles» en nuestra América. Con Ecuador, estos dos países son los principales herederos de la civilización andina —la más importante de América del Sur, y una de las seis o siete civilizaciones prístinas de este nuestro universo mundo—, y de la destrucción de la misma por virus, microbios y conquistadores europeos.

La herencia —que nos incluye a nosotros mismos— de esta confluencia es múltiple y muy compleja, pero hay dos características muy importantes que quisiera subrayar en esta nota: la exclusión económica y política —por casi quinientos años, pero mucho más en los últimos 250— de una población mayoritaria, y la persistencia de cultura y lenguaje a pesar de esa exclusión. Si bien la definición de población «indígena» puede derivar en discusiones bizantinas acerca de la relativa importancia de «raza», cultura o lenguaje, hay un consenso en que en los tres países andinos mencionados, la población indígena es muy importante, alrededor del 50 por ciento del total.

¿Qué significado tiene esta proporción frente a los proyectos de estado-nación que no terminan de cuajar luego de casi 200 años de vida republicana? Es probable que nunca esta pregunta haya sido más relevante que en este año 2006, por el enorme cambio político que se ha dado en Bolivia con la elección inobjetable de un líder indígena, cuyo ascenso ha sido catapultado —no causado— por la globalización finisecular, más específicamente por el apetito de la metrópoli por una droga que se extrae de un cultivo tradicional. En otras palabras, la reivindicación étnica que se enarbola en la hermosa tierra boliviana, ha sido catalizada por las fuerzas del mercado y por la respuesta imperial al tráfico de drogas, todo abonado a lo largo de siglos de exclusión y, más recientemente, décadas de arrogancia de la metrópoli de turno que se niega a entender su propia teoría microeconómica neoclásica: el problema de las drogas no es de la oferta de los pobres agricultores cocaleros de la región andina —la paja en el ojo ajeno— sino de demanda de los drogadictos de los países más ricos, prestamente servida por un sistema financiero que todo lo permite —la viga en el propio—.

Precisamente por lo inédito de este triunfo electoral, habrá sin duda grandes presiones, internas y externas, interesadas en provocar el fracaso del gobierno de Morales; y, del otro lado, habrá por supuesto quienes tratarán de canonizarlo, ocultando los problemas y dificultades que este gobierno deberá sortear, quizá llevando la discusión y la polémica a terrenos raciales o étnicos, que siempre son un recurso demagógico fácil. Probablemente no haya forma de evitar esto, pero de alguna manera habrá que hacer el esfuerzo de tener siempre presente que el nuevo gobierno deberá enfrentar los obstáculos de una economía difícil —como siempre ha sido la boliviana—, y de un aparato político débil e inestable —como siempre ha sido el boliviano—. El estado-nación que se llama Bolivia, imperfecto como casi todos sus vecinos, ha elegido libre y masivamente a una propuesta de gobierno que tiene a la cabeza a un muy popular líder indígena. Deseémosle éxito, no porque el líder sea indígena, sino porque ya es tiempo de que las regiones más pobres de nuestra América, contribuyentes permanentes en la creación de riqueza global, sean capaces de acceder al control democrático de sus propios gobiernos. El hecho de que estas mayorías indígenas hayan elegido a uno de los suyos como presidente, le parece a este editor un acontecimiento que hay que saludar como parte de un proceso que lleva varias décadas, pero igualmente hay que entender que esa elección no está cambiando automáticamente las estructuras de exclusión reforzadas en tantos siglos. Tarde o temprano, tenía que pasar, y está pasando ahora.

Y estemos también atentos a lo que acontezca en el Perú, donde se ha iniciado un proceso electoral para remplazar a un sumamente impopular presidente —de origen indígena— que gobierna a un país que pasa por una extraña combinación de gran incertidumbre política y relativo bienestar, si nos basamos en los indicadores macroeconómicos. Si hay un consenso en el caso peruano, es que los candidatos provocan más temor que entusiasmo, y en eso sí hay una gran diferencia con la reciente elección boliviana.

(Voto por ti, América Latina, con tus cabellos de todos los colores y tus rizos de todos los tamaños. Voto porque tus manos, con las mías, mezclen suficiente masa para las tortillas o el pan, suficiente arcilla para hacer porongos y vasijas de barro. Voto para que me dejes cantarte un yaraví o una vidala o un vallenato a la hora del sol anaranjado. Voto porque en el carnaval hagan pareja los negros de Coroico con los alemanes del Pozuzo, los mulatos de Montevideo con los aymarás de Buenos Aires, los turcos del Tucumán con los mayas de Belice. Voto por no dejarte, porque tú jamás me has dejado. Voto a mil como tú, porque eres única.)


En el mes de los regalos, los autores de Ciberayllu ofrecen a sus lectores mucha literatura, tanto creación, como crítica y una interesante conversación de literatos.

En narración, tres entregas muy distintas en estilo y en contenido, de tres peruanos de la diáspora. Desde California y su memoria, Pilar Valenzuela envía un cuento donde una promotora de clase media se enfrenta a las múltiples realidades de los habitantes de un «pueblo joven» limeño. Habitante de las Baleares mediterráneas, Carlos Meneses entrega seis textos muy breves—alguno de apenas unas seis palabras—. Y desde el puerto de Marsella, Miguel Rodríguez Liñán ha enviado un excelente ejemplo de monólogo interior preñado de lenguaje popular.

Y, hablando de narración, Miguel Ildefonso juntó en Lima a ocho de los nuevos narradores peruanos, que conversaron libremente de sus vidas de escritores, desde el acto de crear literatura hasta la edición de libros.

Pasando a la gaya ciencia, Paolo de Lima escribe sobre la evolución del movimiento poético «Hora Zero», que marcó un importante hito iconoclasta en los años 70 y 80, a partir del manifiesto Palabras urgentes (2), escrito por Juan Ramírez Ruiz hace ya veinticino años.

Y la creación poética viene de la mano de Pablo Paredes, porfiado poeta peruano parisino, que se ha dado maña para armar un libro de versos en los que cada poema se teje con ingredientes similares: se ofrece en Ciberayllu una muestra de cinco poemas de este peculiar y divertido trabajo. Y desde el puerto de Chimbote, el incansable escritor Augusto Rubio Acosta comparte tres poemas de creación reciente en los que habla de ciencia, de amor, de huelga.

Y al 2006 vamos.

Domingo Martínez Castilla, Kuraka editor de Ciberayllu
Escriba al editor: DMartinez@Missouri.edu
Comente en la plaza de Ciberayllu.


Mensaje editorial anterior

© 2006, Ciberayllu, Domingo Martínez Castilla. Todos los derechos reservados.

Para citar este documento:
Martínez Castilla, Domingo: «Mensaje del kuraka, enero 2006», en Ciberayllu [en línea]

051101