Mensaje del kuraka

Primero de noviembre del 2004

[Ciberayllu]
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Trata el editor de escapar de la vorágine electoral, y no puede. Letreros, noticieros, esperanzas, furias, abandonos y reincidencias: todo es uno. Y el teléfono suena, y son los voluntarios pidiendo que uno vaya a votar, que es la elección más importante de «nuestras vidas». Y los noticieros no sirven noticias, sino predicciones y propaganda de uno y otro lado. Y hay incertidumbre respecto al resultado. Y una sensación, probablemente cierta, de que no mucho cambiará.

El ejercicio de la democracia occidental —y cristiana— tiene estas cosas: algunos, definitivamente, parecemos no haber nacido para el juego electoral, y es poco lo que podemos ofrecer. De más jóvenes, queríamos cambiar el mundo en un par de años; luego el mundo nos cambió, obligándonos a vivir bajo sus mundanas reglas, lo que muchos asumimos con automatismo y, a veces, con complacida y complaciente satisfacción. Ahora nos toca mirar.

[Pausa de 3 días útiles, en Iowa, donde empezó el proceso electoral, a principios de este año.]

Y triunfó la democracia occidental —y muy cristiana— mientras no se sabe qué perdió. Díganme, por favor.

Pero yendo a cosas menos confusas, para el lector curioso, no recuerdo una elección estadounidense que haya despertado tanto interés, tanta angustia y —algo aparentemente inédito, salvo, quién sabe, la expectativa que la elección de John Kennedy provocó en los predios católicos— tanta esperanza en tanto ciudadano del mundo. Lo que pasa al interior del juego de poder en el imperio parece ahora interesar a todos, lo que es probablemente una consecuencia lógica del comportamiento del gobierno estadounidense, que ha hecho manifiesto su incuestionable poder militar al pasar por encima de objeciones grandes y pequeñas para lograr sus complejos objetivos: un imperio casi sin aliados, lo que es una forma de redundancia.

Pero además de la explicación anterior, que lleva implícita cierta extraña esperanza de que un gobierno estadounidense «moderado» vaya a mejorar las cosas en todo el mundo, me atrevo —poder del editor— a lanzar la hipótesis del kuraka desarraigado: que parte del problema es la pobreza política que abruma a muchos países de la periferia. Pobreza potencial, cinética, espiritual, material, intransferible; iniquidades mil que nos siguen hartando pero para las cuales no encontramos antídoto ni veneno; tenemos gobiernos inicuos para todos los gustos: ladrones que quieren ser reelectos; improvisados sin ningún sentido de la honestidad o los principios; ladrones que quieren ser electos; demagogos geniales. Y si a veces elegimos bien, parece que nuestros gobiernos tuvieran cierta habilidad de Midas al revés: todo lo que el poder toca, lo corrompe.

Repica insistente, en estos casos, el repetido lugar común del católico, masón, ricachón y antirracionalista conde saboyano Joseph de Maistre: «Toda nación tiene el gobierno que se merece». Pero, como muchas de estas frases mil veces repetidas, viene con trampa. Nótese que dice «toda nación», no «todo pueblo» ni «todo ser humano». No nos confundamos: nuestras indefinibles, quizá indefendibles y endebles naciones son las que andan mal: nuestros pueblos y nuestras gentes no son necesariamente responsables de la mano que nos ha dado la historia en siglos recientes. Pero dejemos la perorata ahí, que hay que seguir viviendo: no vayamos a ponernos a hablar de líderes, honestidad e integridad...

Post-prédica semi-festiva: Ciberayllu empieza en este noviembre su noveno año. Algo significará tal aniversario: edad, terquedad, levedad. Algo o todo.

(Mes de aniversario, América Latina. Como guirnalda de papel, quisiera colgar un verso entre tus cumbres más salientes, aliviar tu calor con un abanico de plumas de colibrí y combatir tu frío con el más suave tejido de vicuña, que te arrope en paz y sin nostalgia. Quisiera poner mi cabeza sobre tus rodillas y pedirte me arrulles con recuerdos y esperanzas, y me hagas sentir el horizonte abierto de los niños, al mismo tiempo que me dejas cubrir tu envidiable sonrisa con un beso. Es una flor la que ofrezco, aún en botón, para tus venideras primaveras: flor dibujada con tinta indeleble sobre el tono de tu piel.)


Mes variado, el que acaba de pasar, cerrando los ocho años de esta publicación.

Para empezar, Ricardo Vírhuez Villafane trae cinco dolorosas perlas: historias que vienen de los recientes años violentos en el Perú. También de la muerte habla un cuento del escritor argentino Guillermo Roz, que desde España muestra una versión distinta, nada quevediana del amor más allá de la muerte.

También por los rumbos del amor navega un entendido comentario de Elsy Rosas Crespo, colombiana que explora los caminos del amor místico y alucinado en la literatura.

Dos escritores que son colaboradores poéticos de Ciberayllu, se ponen esta vez el sombrero de entrevistadores. Primero, Carlos Henderson, en París, conversa de música y el resto con el excepcional guitarrista peruano Javier Echecopar. Y mostrando que entre poetas sí se pueden adivinar la suerte, Miguel Ildefonso hace lo propio con Raúl Zurita, conocido poeta chileno.

Luego, un par de ensayos. El primero, de nuestra colaboradora venezolana Alicia Perdomo, sobre su paisana Elisa Lerner, notable dramaturga que dio a las tablas extraordinarios personajes femeninos. Y Paolo de Lima, poeta y crítico, examina al grupo poético «Neón» y su desempeño durante los años noventa en el Perú, a través del lente de un poema de uno de sus miembros.

Y no falta la poesía: Porfirio Mamani Macedo, mitma arequipeño en París, presenta a los lectores un largo poema que es un canto a la dureza del verano francés del 2003.

Y ahora, hacia el nuevo año. ¿Durará?

Domingo Martínez Castilla, Kuraka editor de Ciberayllu
Escriba al editor: DMartinez@Missouri.edu
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Para citar este documento:
Martínez Castilla, Domingo: «Mensaje del kuraka, noviembre 2004», en Ciberayllu [en línea]

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