Mensaje del kuraka

Primero de enero del 2004
[Ciberayllu]
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Me imaginaba esta mañana un año nuevo en un lugar sin calendarios, con sólo registros que muestren el paso del tiempo, registros modernos, consumistas, de supermercado. ¿Cuántos paquetes de 24 jabones hacen un año? ¿Cuántos galones de gasolina? ¿Cuántos cigarrillos? No he calculado los tubos de pasta dental, ni las canas o el pelo caído. Tampoco los libros que leí, ni los que esperan. Las horas perdidas mirando deportes, y las ganadas entablando diálogos, una línea a la vez, por la Internet.

(El tiempo: más fluido que el agua, más tenue que la humedad del desierto a la hora del alba. ¿Cuántos niños nacidos en la familia extensa? Todo tiempo pasado fue mejor. ¿Cuántos muertos? Ya vendrán tiempos mejores. No es casual que tiempo y clima sean parcialmente sinónimos en castellano: siempre dejan que desear, pero siempre cambian, y eso es lo único seguro. El paso del clima. Mal tiempo al mediodía.)

Pero no por arbitrarias nuestras mediciones del tiempo resultan menos reales: un año es un hito porque así lo hemos decidido, los humanos, pues nuestra autoconciencia requiere hoy de parámetros temporales que el ciclo anual provee de forma conveniente. Qué hicimos, qué logramos, qué queremos conseguir: todo eso suele estar medido con calendarios, y el año nos hunde en expectativas o en lamentaciones, en frustraciones o en regodeos, en sinónimos y antónimos y, sobre todo, en lugares comunes. ¿Habrá alguien que logra en un año todo lo que se propuso lograr? ¿Y en una vida? Homo sapiens sapiens: el mono que planea, especula, que escribe poesía para la posteridad.

Para huir de la conciencia del tiempo, este editor se refugia en la historia natural, lo biológico que es cada uno de nosotros. «Creced y multiplicaos», dicen que dijo; pero añadamos la sal de la vida: «bailad, comed, sentíos bien, enfermaos, sudad, defecad, criad, rebelaos, enseñad, acompañaos, celebrad». Después de todo, la vida y el tiempo se llevan bien en cada especie de planta y animal, y no hay nada errado en sentirse medio planta, medio bruto, medio vivo, medio muerto. ¿Cuántos kilos de arroz he vivido? ¿Cuántos pares de zapatos? ¿Cuantas cortadas de uñas, de cabello? ¿Cuántas revelaciones periodísticas extraordinarias, guerras, agresiones, atentados? ¿Cuántos actos sublimes? ¿Cuántos asteroides perdidos?

Quedan, para adelante, delicias inmorales: páginas que me toca leer antes que nadie, conversaciones interminadas, terminables; la visión de un paisaje de imaginarse cosas; el descubrirse tocando cosas antes inalcanzables; . Y también quedan las esperanzas mutuas, que se encuentran a cada paso (¿cuántos pasos?), y las iras contenidas.

(Y el tiempo sin verte, América Latina, se mide en palabras disecadas en alguna puna helada, a la que no voy hace medio millón de frases apenas musitadas: tus ojos sonrientes, y alejándose, que causan más palabras nunca dichas; son tus labios sonrientes y acercándose los que me hacen sentir el peso de esas persistencias olvidadas, recuerdos que regresan invocados por el extraño albedrío de la memoria. Ya sé en qué lugar te escondes: no puedo ir. Pero te dejas ver.)


El mes de diciembre del año 2003 empezó en Ciberayllu con un comentario que desde Francia nos envió Vicente Romero, que se ocupa del documento más relevante producido en el Perú en muchos años: el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, y de cómo éste revela y es consecuencia de una trama que ha sido tejida en siglos de exclusión y autoritarismo.

Cabalgando entre la crónica y la creación, el chimbotano Augusto Rubio Acosta regresa con su monólogo a Ximena y a las cosas que su recuerdo le trae desde el puerto de los zorros.

Eusebio Manga, mitma cusqueño en Valencia, España, no ceja en sus esfuerzos de exponer el carácter vital de la cosmogonía andina, y se ocupa esta vez de la organización del cultivo de la planta de coca en el Tawantinsuyu, mostrando a partir de ahí las diferencias entre los conceptos andinos y europeos de tiempo y espacio.

La creación literaria vino de las plumas de Santiago Risso quien, parafraseando a García Lorca, dibuja en un largo poema a paisajes y gentes que confluyen en la ciudad de Nueva York; y, en narración, Jorge Luis Chamorro cuenta la historia de un reencuentro entre un pintor venido a menos y una mujer llegada a más.

Ricardo Ayllón, dedicado siempre a la difusión literaria, ha escrito esta vez una visión panorámica del cuento en la ciudad de Chimbote, extendiéndose más de 40 años.

Y cerramos el mes con una contribución de César Ángeles L., siempre atento a instruirnos sobre poesía de la que tenemos poca información. Se ocupa esta vez de poesía catalana, en especial del poeta mallorquín Bartomeu Roselló-Pòrcel.

Y si bien este editor está perenne e irremediablemente atrasado con la publicación de los generosos envíos de colaboradores antiguos y nuevos, debo intentar mejorar: el próximo mes me nivelo (gracias, Julio Ramón Ribeyro).

Un buen 2004 para todos.

Domingo Martínez Castilla, Kuraka editor de Ciberayllu
Escriba al editor: DMartinez@Missouri.edu
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Para citar este documento:
Martínez Castilla, Domingo: «Mensaje del kuraka, enero 2004», en Ciberayllu [en línea]

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