Mensaje del kuraka

Primero de enero del 2001
[Ciberayllu]
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Hay transiciones y transiciones. La de los años es una transición arbitraria pero que tomamos muy en cuenta, más aún si, como es el caso de hoy, indica un cambio de milenio. Pero la magia de los tres ceros en el año que pasó hará que sea más fácil recordar las cosas que sucedieron en ese año y que de una u otra forma nos tocaron, como individuos, como país, como cultura. ¡Maldito año dos mil!, digo a cada rato, pues las partidas de dos queridos autores de Ciberayllu, Alberto Escobar en mayo y Maruja Martínez en agosto, fueron golpes que afectaron profundamente a esta casa virtual y especialmente a este editor. La de Alberto era una amistad tardía pero muy importante, y si bien todos sabíamos de su cuerpo enfermo, lo definitivo de esta ausencia nos llenó de tristeza; y en el caso de Maruja, hermana de toda la vida tomada por una enfermedad insospechada y agresiva, mujer de una generosidad sin límites, hay que añadir a todo eso la cercanía de la confidente, el ejemplo de la mentora y el amor inexplicable de la sangre. Consuela mucho, sin embargo, que ambos son constante y afectuosamente recordados en eventos del quehacer cultural y político del Perú.

Pero sé que ambos, de haber permanecido, hubieran terminado el año sonrientes por los cambios que ocurrieron en el Perú, sin un solo acto de violencia. La podredumbre interna del régimen no pudo, pues, resistir la presión pacífica de la población que cada vez más mostraba su disgusto frente a la pus que saltaba por donde se apretara: elecciones fraudulentas, escuadrones de la muerte, chantajes generalizados, sobornos, desaparición casi total de la decencia en el manejo de la cosa pública, soberbia sin límites, y mil etcéteras tempranamente denunciados por algunos valientes, y poco a poco documentados hasta ser insostenibles, revelando al final el increíble poder acumulado por un sujeto despreciable que usó el aparato del estado para enriquecerse más allá de lo imaginable. Sólo un sistema igualmente despreciable puede permitir semejante cosa.

(¿Aprenderemos, América Latina, a evitar estas cosas? ¿O será que nuestra búsqueda a veces nos impide ver lo que es y nos empuja a aceptar lo que parece basados más en la esperanza que en la evidencia? Estoy seguro que en una de estas no nos equivocaremos, pero no sé en cuál. Lo que he aprendido es que nada hay mejor que la mano abierta, tanto para dar lo poco que uno tiene como para mostrar que no hay nada oculto. Dos mil uno. Buen año —como cualquier otro— para empezar a cambiar.)


En cuanto a nuestra publicación, el dos mil ha sido un año bueno, a pesar de la dudosa dedicación de este editor. Más de sesenta trabajos se añadieron a nuestro archivo —que se acerca a los 250 títulos— pero lo más notable es el crecimiento de la audiencia. De acuerdo a las imperfectas estadísticas de este medio, los lectores abrieron (¡no hay forma de saber cuántas leyeron!) páginas de Ciberayllu más de medio millón de veces, continuando nuestro sostenido crecimiento de algo más del cien por ciento anual, lo que se traduce en un promedio de 1500 páginas diarias. La única forma real de ver qué significan estos números altisonantes es a través de las cada vez más abundantes cartas que los lectores envían a los autores que colaboran en nuestra publicación. Así que no queda más que seguir para adelante, pues no hay dudas de que existe un interés creciente por lo que en nuestras páginas se publica.

Y en el mes de diciembre pasado, cerrando el 2000, hemos añadido nuestra habitual mezcla de análisis, crónicas y creación. Para empezar, un «calentado» que tiene mejor sabor que el original: Víctor Hurtado, que sigue mucho a Francisco Umbral y lo difunde en América Latina, corrigió y ajustó una nota previamente publicada, que es lo menos que podíamos hacer ahora que don Paco ha recibido el premio Cervantes, nada menos. También de Víctor Hurtado, una crónica sobre Alfonso Barrantes, dirigente de la izquierda peruana recientemente fallecido y que el autor conoció muy de cerca.

En cuanto a crítica literaria, César Ángeles nos ha enviado desde Alemania un ensayo sobre la poesía peruana de la pasada década, construido alrededor de la poesía de Paolo de Lima (también colaborador de Ciberayllu), e incluyendo tres poemas representativos.

La creación literaria se hizo presente desde lugares distantes. Por un lado, Óscar Sipán Sanz regresa desde España a nuestras páginas, con una historia de amor oculto en un pasado de castillos españoles, un retrato y un acto de violencia. Y desde el Borinquen querido, Antonio Bou, nuestro habitual y nada habitual colaborador, hace una incursión en la narración epistolar dialéctica navideña.

En cuanto a libros, la nota de prensa anunciando Vicisitudes del discurso del desarrollo en el Perú, Una etnografía sobre la modernidad del Proyecto Vicos, libro que levantará fuerte polvareda entre los antropólogos y científicos del desarrollo, pues de ellos precisamente se ocupa su autor, el peruanista Bill Stein, que también colabora en Ciberayllu. Adicionalmente, incluimos una página con notas brevísimas sobre poemarios de Alberto Escobar y Carlos Henderson, novelas cortas de Rivera Martínez, libros de Bill Stein y Deborah Poole, y una nueva edición de Patio de letras.

Y ayer, último día del 2000, Ciberayllu estrena un servicio de búsqueda, que permite a los lectores ubicar artículos por autor, tópico, país, etc. Iremos ajustando ese servicio para hacerlo cada vez más útil y flexible.

Esperamos continuar creciendo este año, y ampliando nuestra red de colaboradores. La periodicidad seguirá siendo dudosa y los propósitos permanecen inconfesables.

Feliz 2001, queridos lectores, deseo editorial emitido el primer día del primer mes del primer año.

Domingo Martínez Castilla
Kuraka editor de Ciberayllu
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