Mensaje del kuraka

Primero de diciembre del 2000
[Ciberayllu]
Índice de secciones

Ya resulta manido repetir que la realidad supera a la ficción, pero cómo no hacerlo en este caso en el que súbitamente se deshizo el gobierno autoritario del Perú: todos veíamos el castillo, y creo que nadie los naipes de los que estaba hecho. ¡Pero qué manera de caer! Y después de caídos, los naipes se empiezan a destrozar entre ellos, en una suerte de batalla que sería cómica si no estuviera revelando la clase de gente que sirvió de comparsa a quienes sustentaban el poder. Prestándonos para esta farsa peruviana los personajes de Lewis Carroll —el matemático Charles Dodgson que puso sus habilidades e imaginación al servicio de la literatura—, la antes temible reina de corazones huye tras sus millones, pero mientras se esconde sigue amenazando con descabezar a sus propios aliados, en particular al pusilánime rey, que se ha ido a refugiar a las lejanas faldas de su madre patria.

Me tocó conocer de bastante cerca —antes de 1990, por si acaso, que después no los vi nunca— a muchos de los personajes protagónicos del sainete, y confieso que en los primeros veinte meses de este gobierno —por el que voté en 1990 para impedir la llegada del amenazante espectro neoliberal: ¡ingenuo yo, y más torpe que ingenuo!— les otorgué el beneficio de la duda, o de las dudas, pues nunca entendí muy bien qué hacían en el gobierno algunos conocidos que eran, bueno, desconocidos por sus habilidades políticas, de lo que ya se enteró todo el país. Después del autogolpe de 1992 no hubo ya defensa posible, y hoy queda la vergüenza de haberlos defendido alguna vez, pero no de ser molinero (que así nos llamamos los que pasamos parte de nuestra vida en la pequeña Universidad Nacional Agraria La Molina, en el Perú, legión —grande— que incluye la logia —pequeña— de Fujimori, varios poliministros de carteras insospechadas, hábiles falsificadores de firmas, congresistas chicheñós, así como prebendados de múltiples calañas llamados a servir en lucrativos puestos públicos), pues la universidad parece haber logrado mantener mucha de su independencia. Inicialmente, quise creer que el pecado principal de mis conocidos que participaron del fujimorismo fue una lealtad ilimitada hacia el presidente, pero después de ver las barbaridades que solieron justificar alegremente, especialmente de 1992 a esta parte, era obvio que eran todos miembros felices y activos de la comparsa que hizo del país el reino de la inmoralidad, la indecencia y, para muchos, la desesperanza.

Más de un lector avispado se estará preguntando si es que la modesta opinión de este editor incluye algún reconocimiento a lo positivo que pudiera haber hecho el gobierno de Alberto Fujimori. Y tienen razón en hacerse la pregunta, así que pongo acá la respuesta que me da el Pilatos automático que tengo para estos menesteres: detener la inflación cualquiera lo hubiera hecho, así como devolver algo de la destrozada infraestructura nacional; el combate al terrorismo se ganó con trampa, pues el precio lo están pagando aún miles de inocentes. ¿Ha habido algún logro reconocido por todos? No lo sé, y dejemos que la historia juzgue. Lo fresco es la caída del tinglado erigido por el fujimorismo, que está dejando a la luz horrores inicialmente sospechados por muy pocos, pero cuya evidencia iba acumulándose inexorablemente. Felicitémonos de que en el Perú, como en toda América Latina, haya siempre gente que no se deje comprar ni engatusar, y que persiste valientemente en los principios a pesar de la impopularidad que muchas veces tiene la denuncia. Y agradezcamos, los que poco hicimos, a quienes se pusieron al frente cuando era difícil y peligroso.

(Todo va en ciclos, América Latina, como cree mucha gente, pero ya estuvo bueno, ¿no te parece? Quinientos años es bastante, y ya debiéramos levantar cabeza. Pero sea dos mil o dos mil uno, el cambalache no pinta muy bien que digamos. Cuando veo tu perfil perfecto, o tus ojos de colores cambiantes, no me queda sino desearte lo mejor desde este invierno incipiente, y que saques adelante a tus hijos, y que ellos sonrían cuando te vean danzando, cintura con gracia, sonrisa irresistible.)


La realidad. He aquí la realidad: nada menos que en el mes de aniversario de Ciberayllu, el kuraka editor se dejó llevar por la realidad. Sentado al frente de esta misma máquina, desde el momento en que leyó el mensaje donde le decían que sintonizara la radio inmediatamente para escuchar que Fujimori llamaba a elecciones adelantadas, hasta la juramentación del nuevo presidente interino, las cosas se fueron sucediendo con tal rapidez y por caminos tan inesperados que simplemente puso, editor irresponsable, a Ciberayllu en el congelador. Y se acabó noviembre antes de lo esperado.

Dejando las disculpas de lado, en noviembre incluimos un interesante ensayo de Alfredo Quintanilla discutiendo la relación ambivalente que el gran escritor peruano tuvo con la intelectualidad «oficial» de su tiempo, que le vuelve a dar actividad a nuestra muy consultada sección «Arguediana».

Se ha escrito mucho sobre el bolero en Ciberayllu (véase la sección de Cultura), y esta vez se añade a nuestro archivo un detallado ensayo que desde Colombia nos envió Ignacio Vélez Pareja, bolerólogo y despechólogo por añadidura: todo un tratado sobre las clases de amor y de desamor a la luz de esta inmortal forma musical caribeña.

En cuanto a creación literaria, Margarita Saona ha contribuido a nuestro cuarto aniversario con una joyita narrativa en la que nos cuenta de una fresca relación, que por lo tanto es verde: ya verán.

Y cerramos el mes de noviembre con una muy interesante y oportuna nota de José Luis Rénique sobre la caída del fujimorismo, poniéndola en una perspectiva al mismo tiempo histórica y personal.

(Acabo de reparar que este es el último editorial de la década, del siglo y del milenio: ¿y se me ocurre decir algo al respecto? Pues no mucho, pero el año dos mil ha sido duro con este rincón de la red.)

Saludos, amigas y amigos lectores, y mantengan la sintonía.

Domingo Martínez Castilla
Kuraka editor de Ciberayllu
Comente en la plaza de Ciberayllu.


Mensaje editorial anterior

© 2000, Ciberayllu, Domingo Martínez. Todos los derechos reservados.

001202

Mensaje del kuraka editor Sección dedicada a José María Arguedas Historia, filosofía, economía, política, sociología, literatura... Creación y crítica literaria Opiniones y coyuntura Crónicas y entrevistas Notas sobre cultura latinoamericana Recensiones sobre libros y discos Fotografías  y un poco de música Correo de los lectores Sobre nuestra publicación Instrucciones para quienes quieran colaborar Sobre los autores Sobre el origen del nombre de esta publicación Todo Ciberayllu en una página Foros para los lectores