Carta abierta desde París a un joven poeta

[Ciberayllu]

De Carlos Henderson a Carlos Arámbulo

 

Querido Carlos Arámbulo*:
 
He leído otra vez Acto primero —pienso volver a leerlo otra vez, otras veces más— lo primero que comprendo, y de lo que te felicito, es que has osado hacer un poema que escucha al cuerpo.
Para que las palabras manifiesten sus posibles: «palabra sonido y hecho / uno solo / identidad existe». Para que anverso (mente) y reverso (cuerpo) intenten ser uno en armonía —si aceptamos que el motor de la poesía es el deseo, al menos para la poesía occidental—. Para que con la práctica de la experimentación, esas dos identidades, vale decir oquedades, cuerpo y palabras, digan, en un juego de contrarios, su transparencia ante el tránsito absorto: «un desierto de cantos / tu defensa: / atas tu cuerpo a una imagen / taponas tus oídos con noches combadas». Lo sabemos todos, desde Mallarmé la poesía es el don de las noches que se enfrentan a la vacuidad, al cráter de la vacuidad. En esa boca del vacío habla el cuerpo y dicen las palabras. El poeta tiene que prestar oído fino. Pero, cierto, puede, en la lucha encarnizada por escribir el poema, sentir el desconcierto que le provoca el mundo. En esos instantes las palabras y el cuerpo son oscuros, herméticos. Lo de dentro es más que nunca la voz de la resistencia o, mejor, de la ira. Es la voz del cuerpo y la de su doble: «dos oquedades / el rugido del mar entre ellas / (¡El silencio entre las olas!) / que habita dentro tuyo / como el desierto que brota que / brando tus dientes / irreconocible en su furia, / pavoroso en su extensión, / aquella de la palabra.» Después que se impuso en los estudios literarios la noción de la función poética (Jakobson), es decir que la literatura, y sobre todo la poesía, tiene que ver antes que nada con la manera cómo se dice lo que se dice. Ahora bien, después de las teorizaciones inspiradas por Saussure, todas esas teorizaciones de los años sesenta y setenta, no es novedad para nadie, se considera a las palabras como ilimitadas, que expresan, por un tratamiento distinto del lenguaje, la experiencia de los límites: lo innombrable. Éste es cometido, el desafío del poeta moderno y posmoderno (no hay fundamental refriega porque la discusión se les escapa: los modernos llegaron hasta el hecho de aceptar que la lingüística era la ciencia madre, los posmodernos que no están despistados, tal vez formulen como centrales la biología o la astrofísica). Lo innombrable es lo indecible. Confesión, no. Invención. Es lo que pedían los padres de muchas teorías modernas del lenguaje, los formalistas rusos. Con ello los formalistas rusos invitaban a los poetas a ser renovadores, a no ser repetidores. Ni menos a hacerse eco de estereotipos. No nos extraña, pues, que un renovador vea la producción de sus contemporáneos —de los menos interesantes, por supuesto— moviéndose en un aire viciado: «El aire exento de aire. / Solitario es tu oficio, peregrino.» Los últimos versos connotan la ambición del poeta. Pero no vayamos tan de prisa. Volvamos a la experiencia de los límites o sea a la búsqueda despiadada y cruenta que representa enfrentarse solo con sus dos «oquedades»: a la ambición de decir. No hay que dudarlo, el poeta siente que la ambición es inmensa. Pero no le falta impulso, ánimo, aliento; simplemente sabe que el camino es duro, y siempre en ese camino el poeta sabe que su práctica, su praxis —a pesar de inscribirse en una tradición—, está apuntando a lo que aún no está hecho. Dice su raridad, su excepción: «Solitario es tu oficio, peregrino. / Dices río y existe / calla y no existirás». El último verso sugiere que el poeta no puede tener como punto de llegada el silencio. Ni otro oficio.

Sé, mi querido Carlos Arámbulo, que algunos poetas jóvenes se han arrojado a romper amarras a partir de los versos con los cuales termina «Nudo Borromeo» de Rodolfo Hinostroza («Viajas en tus palabras / Y tus palabras viajan.») A mi parecer tú has ido más lejos que los otros intentos.

Carlos Henderson

* Carlos Arámbulo (Lima, 1965) estudió literatura en la UNMSM y cinematografía con Armando Robles Godoy. Ha recibido algunos premios literarios y publicado una traducción de Lustra de Ezra Pound, un libro conjunto con el pintor Rafael Hastings (Dibujos en colecciones privadas) y algunos relatos en Lienzo y otras revistas. Ha sido antologado en la Antología del erotismo peruano editada por la Editorial Peisa de Lima. Acto primero (1999) es el primer texto poético que publica.

Extractos de Acto primero

Acto primero es un solo poema de cerca de quinientos versos, a continuación entregamos algunos fragmentos.

no entender qué es nuestra vida
cuánto dura
de qué nos la hacen
y buscar un punto fijo
el universo entero girando a su alrededor.

[. . .]


palabra sonido y hecho
uno solo
identidad existe
FUCK
FUCK
FUCK
repetido en el choque de caderas,
la penetración más profunda,
la más húmeda

[. . .]

Ella exhibe:
el cielo en su bajo vientre
la tierra en tus altos genitales
los vencejos aúllan entre sus piernas
indagas entre ecos ajenos por tu lenguaje
una glosolalia angélica
brotando de tu sucia boca.

causa eficiente
material
formal
final.
Tu lengua festejando
una mano sobre tus cabellos
la otra sostiene un joint
humeante entre rojas uñas
tu lengua hurgando.
Hablas
zambulléndote en una arqueología inasible
ruinas de un sólido castillo
de cristal
de Bohemia
apartando algas, floraciones,
peces...
se hace clara tu elección
voz o cuerpo.

[. . .]

Bajo monte, Altas nubes
sur ses paroles qui se penchent
¿Recuerdas a Lao Tse?
«El espacio entre cielo y tierra
es como un fuelle
exhala vacío sin cesar
cuanto más se mueve
tanto más exhala.
Más se habla de él
y menos se le alcanza».

[. . .]

Un cuerpo que asaltas te asalta
enmascarado:
un sermón de fuego
«Ces voix d'enfants
chantant dans la coupole»
un desierto de cantos
tu defensa:
atas tu cuerpo a una imagen
taponas tus oídos con noches combadas
dos oquedades
el rugido del mar entre ellas
(¡El silencio entre las olas!)
que habita dentro tuyo
como el desierto que brota que
brando tus dientes
irreconocible en su furia,
pavoroso en su extensión,
aquella de la palabra.
El aire exento de aire.
Solitario es tu oficio, peregrino.
Dices río y existe
calla y no existirás.
Por eso, libera las palabras...

[. . .]

Carlos Arámbulo, Acto primero, Lima, Pathos, 1999.
(calimili@computextos.net)


Comentario privado al autor: © Carlos Henderson, 2000, Carlos.Henderson@wanadoo.fr
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