«La lucha es de todos los tiempos, de todos los minutos, de todos los segundos...»

Ariel Ogando

[Ciberayllu]

Entrevista a Hebe de Bonafini, Presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo

 
En esta entrevista, Hebe de Bonafini, Presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, nos cuenta cómo fueron los primeros tiempos de resistencia de estas imprescindibles luchadoras de la vida, madres que salieron a la calle en plena dictadura en busca de sus hijos desaparecidos. Hebe habla de el porqué del pañuelo blanco y cuál es su lucha, en estos tiempos de ajuste neoliberal.

Este 30 de abril se cumplen 21 años del nacimiento de estas gloriosas madres, madres de la ética y la esperanza que —como ellas mismas señalan—, fueron «paridas por sus hijos».


—¿Cómo empiezan las Madres ?

—Nosotras empezamos esto en 1977, el 30 de abril, cansadas de golpear puertas y de ir a todos los lugares posibles... Cansadas de sentirnos desamparadas, defraudadas, solas, marginadas y golpeadas. Una compañera, Azucena (Villaflor de Vincenti), dijo «¿por qué no vamos a llevarle una carta a Videla? Ella fue la que marcó el camino, ella fue la que hizo la carta, la escribió en su casa y la aprobamos entre todas... A partir de la indiferencia de los jueces, los políticos, la iglesia, es que decidimos entonces llevarle una carta al dictador Videla.

Para llevarle la carta sabíamos que éramos pocas madres, catorce solamente, y entonces resolvimos buscar a otras, que sabíamos que existían, para que estas madres también firmaran la carta... y así nos fuimos juntando, de a poco: ya para el mes de junio éramos 60 o 70 y nos juntábamos en la plaza a eso de las tres de la tarde, y nos contábamos cosas y nos pasábamos datos, pero siempre partíamos de lo individual, del propio hijo; y nos pasábamos nombres de gente de la OEA, de las Naciones Unidas, cosas muy poco conocidas para mujeres del pueblo, porque había pocas mujeres de la burguesía: la mayoría de nosotras había salido de la cocina, y con esos nombres difíciles de escribir mandábamos cartas, pidiendo por nuestros hijos.

Azucena Villaflor de Vincenti fue la mujer que nos convocó a la Plaza de Mayo, pero junto con ella, que la hicieron desaparecer, se llevaron a otras dos madres. La dictadura no hizo desaparecer a cualquiera: se llevaron a los mejores. Azucena era una mujer que sabía lo que era un sindicato porque era trabajadora y había estado al frente de un sindicato; Mari Ponce, otra de las madres desaparecidas, era una mujer que trabajaba en la base más comprometida de la iglesia; y Ester Balestrino de Careaga, que era una madre que venía huyendo de la dictadura de Paraguay, y cuando llega acá le llevan la hija y el yerno y ella decide trabajar con nosotras. Las tres madres fueron desaparecidas por Astiz [ex-capitán de la armada, alias Cuervo, el Ángel Rubio] en tres días: una el ocho, otra el nueve, y otra el diez. No se llevaron a cualquier madre: se llevaron a las madres más combativas, las que sabían de organización

Pero cuando ya éramos un grupo de 60 o 70 vinieron un grupo de policías y nos dijeron: «Señoras: hay estado de sitio, aquí no se pueden quedar», y nos empezaron a echar golpeándonos con los palos, y así para no quedarnos quietas empezamos a marchar, así empezamos a movilizar sin organización, movilizadas sin hijos... porque cada vez llegaban más madres a quienes les desaparecían los hijos, cada vez faltaba otro hijo, y otro hijo...a algunas le llevaban a toda la familia.

—¿Cómo era la actitud de las otras madres ?

—Bueno, hay 30,000 desaparecidos pero no hay 30,000 madres; las actitudes variaron según los casos: hay algunas que se dedicaron a rezar; otras participaron de otros organismos, otros movimientos; otras decían que no podían hacer nada y que tenían que cuidar a otros hijos; y otras madres decidieron estar con las Madres de Plaza de Mayo.

Nosotras empezamos de a poco; hoy ya tenemos más de 20 grupos de apoyo, pero nosotras empezamos de a poco... A medida que pasaba el tiempo nos dimos cuenta que la movilización era importante pero que había que organizarse, así de locas, nada de que nos sentábamos y planificábamos.

Un día fuimos a Suiza, a Naciones Unidas, y entonces un grupo de mujeres se sentaron a pensar por nosotras para decirnos «qué es lo que teníamos que hacer», y nosotras les decíamos que todo eso que estaban diciendo, ya lo habíamos hecho... nos dábamos cuenta de todo lo que estábamos haciendo.

—¿Qué significa la plaza para ustedes?

—Significa muchas cosas, significa que hay cosas que se deben tomar, que no hay que pedir permiso... que no tenemos que pedir permiso para luchar, porque nosotras no estamos luchando solamente para recuperar a nuestros hijos, si no pensaríamos que las marchas no los trajeron de vuelta. Pero las marchas trajeron otras cosas, como que se puede luchar, que la plaza es de todos, nos contiene a todos, que en la plaza la gente va porque se siente bien, porque en todo este tiempo pasaron cosas; y si todos nosotros, los trabajadores, las madres, los estudiantes no hubiéramos luchado, estaríamos peor. Yo creo que los compañeros que salen a la calle y luchan, reclaman por todos. No reclaman solamente por ellos y nosotras no reclamamos solamente por nosotras.

La plaza es de la gente. Nosotras no marchamos solas: cada jueves, cientos de compañeros de distintas partes del mundo marchan con nosotras, porque nosotras no luchamos por lo nuestro, luchamos por todos.

Nuestra propuesta concreta es rebelarnos a la injusticia, es rebelarnos a ser una manga de corderos, es rebelarnos a la opresión.

A este sistema se lo combate desde afuera, no se pude cambiar las cosas desde adentro. Mira, más de 20 años luchando sin parar... No hay muchas organizaciones en el mundo que hagan esto: un puñado de viejas que sin saber en un principio nada de nada, hacemos lo que hacemos. Cuando nosotras hablamos, hablamos con conocimiento de causa; todo lo que decimos, lo vivimos y esto es lo que sirve, cuando uno primero vive y después escribe y habla. La lucha es de todos los tiempos, de todos los minutos, de todos los segundos, y muchos partidos de izquierda hablan y escriben y no hacen casi nada, por no decir que nada.

—¿Y la iglesia?

La iglesia fue cómplice, sin duda. Nosotros la vez pasada decíamos en relación a lo que pasa hoy: «los curas debieran dejar de dar misa por un tiempo y no perdonarle pecados a nadie» Sí, sí, que sigan siendo todos pecadores, porque ¿viste que se van a confesar todos los ricos ?. Los pobres, ¿qué nos vamos a confesar? Sí: ¿qué pecados tenemos los pobres? ¿no comer?, ¿no tener casa? Entonces no perdonarles los pecados a nadie, durante algún tiempo, hasta que esto cambie, esto se solucione. No dar misa, no dar la hostia. Nada, cerrado por mal tiempo, señores... Seria fantástico, seria una acción de lo más progresista, porque vos fíjate todos los milicos haciendo cola, todos los ricos pidiendo perdón por todo lo que tienen y no te dan nada...

—¿Cómo surge la idea del pañuelo blanco, que las identifica en todo el mundo?

—Como la mayoría de las cosas de las madres, fue casi por casualidad, porque íbamos a ir a una marcha a pie a la Virgen de Luján, y como iban un millón de personas y todas las madres no podían caminar 70 Km., dijimos «nos tenemos que encontrar» ¿y cómo nos vamos a encontrar en el medio de un millón de personas? Y bueno, algunas propusieron llevar un bastón con un moño, otras propusieron un pañuelo rojo y dijimos «No, rojo no, porque de noche no se ve». Otras dijeron azul, y al final una dice blanco, bueno vamos a llevar un pañuelo blanco en la cabeza, y otra dice «y si nos ponemos un pañal de nuestros hijos que todas tenemos guardados». Nuestro primer pañuelo fue un pañal de nuestros hijos, después le pusimos el nombre, después le pusimos la fecha, y cuando socializamos la maternidad le quitamos el nombre y le pusimos «Aparición con vida».

El pañuelo no lo usábamos en todos los actos, no íbamos a la plaza con el pañuelo, lo usábamos cuando venia algún personaje del exterior, para que nos identificaran en algunos lugares, pero nos fuimos dando cuenta que el pañuelo era muy fuerte, que era como una abrazo de los hijos tenerlo apretado, que iba creciendo como un símbolo en el mundo...

En la Asociación Madres de Plaza de Mayo, el pañuelo que va debajo del mentón, no es con el nombre del hijo, no es pintado con un marcador, es bordado por nosotras, es hecho con mucho amor y no se lo damos a cualquiera.

El pañuelo es un reclamo, es exigencia y es vida, el pañuelo de las madres es vida, no tiene nada, absolutamente nada que ver con la muerte.

—¿Se sienten de izquierda las madres?

—La izquierda está acá, en el corazón, y el rojo está en la sangre de los que mueren por el pueblo. Cuando vos hablas de revolución, algunos te dicen «pero no, ahora que se cayó el muro..., no se puede». ¿Cómo que no se puede?, ¿por qué? Si la revolución está en todos lados, está en las FARC en Colombia, está en los Zapatistas, en los Sin Tierra, está en muchísimas partes, está en los campesinos paraguayos. Hay mucha gente que está haciendo la revolución, y una es revolucionaria de adentro, no es que anda con un revólver por la calle.

—¿Qué significado tiene para ustedes salir a recorrer la Argentina?

—Tiene mucho valor, y sí, porque nosotras salimos a las provincias y como en este caso, hacemos marchas contra el ajuste, es por esto. Para nosotros tiene mucho valor estar con los compañeros de las provincias más castigadas, los más luchadores... Porque los gobernadores de estas provincias (Salta y Jujuy) son peor que los milicos, nos pegan como los milicos. La diferencia es que nos matan de hambre en vez de matarnos con balas, pero si no, no hay ninguna diferencia, porque estamos condenados a morir en sus manos, y para no morir es que decimos lo que decimos, es que luchamos, es que peleamos…

Pero esto no es sólo acá: adonde nos llaman y podemos estar, vamos. Estuvimos en la Selva Lacandona con Marcos, estuvimos con Fidel [Castro], estuvimos con los Sin Tierra [Brasil], estuvimos con los mineros asturianos [España]. Es mucho lo que hacemos, mucho más de lo que la gente sabe o se entera por televisión.

—¿Cómo fue tu encuentro con el Sub-comandante Marcos del EZLN?

—Cuando fue lo del levantamiento zapatista en enero de 1994, yo el 6 y 7 de enero les propuse a las madres irme a la selva... porque él había pedido un correo y nadie quería ir. Se discutió mucho en la asociación, y las madres dijeron no, porque te pueden matar. Yo tengo una amiga en México que está muy cerca de Marcos y, cuando paso el tiempo, y ella sabía que yo quería ir, me dijo, «bueno venite...» Esperamos que Sergio [Schoklender] saliera de la cárcel y fuimos con Juanita, otra madre.

Y es como una cosa muy esperada, con lo que soñaste... Y supera todo, todo, por lo que significa estar con él, por lo que significa él para la gente, por lo que es llegar ahí, por lo que para mí significaba estar en la selva, y por lo que están haciendo...

Él [Sub-comandante Marcos] es un tipo muy cálido, muy tierno, que sabía que yo me quería ir a la selva. Me decía «vos te querías venir para acá y yo me quería ir...». Hablamos mucho, estuvimos con los comandantes también, pero es una entrevista muy difícil de contar. Él habla muy pausado, tiene armas muy viejas pero ideas muy nuevas, están muy arrinconados, están solos... Hay muchos indígenas, pero muchos mexicanos los ignoran, por eso pidió tanto apoyo internacional.

Nosotras apoyamos toda su lucha, difundimos todos sus temas. Nosotras creemos que nos mostró y les mostró al mundo —porque es una revolución muy bien vista en todo el mundo— que no está todo muerto, que es mentira que se cayó todo. Él nos demostró que todo es vida. Fue muy importante, para mí fue muy emocionante, la noche en la selva... Es un silencio, es todo tan oscuro y tan brillante a la vez. Fue importante porque el sabía de las Madres de Plaza de Mayo, y nos dijo «Es verdad que los hijos de ustedes no murieron: vinieron acá a hacer la revolución con nosotros. El día que nosotros no estemos más... volaremos con ellos a hacer la revolución a otro lado».

© Ariel Ogando, 1998
Ciberayllu

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